La duración del encierro es la clave para la profundidad de la recesión y el golpe al empleo
Por si alguien todavía lo dudaba, el Banco de España lo dejó ayer cristalino: la profundidad de la crisis económica -y, en consecuencia, de la destrucción de empleo- dependerá principalmente de la duración del confinamiento. Su estimación base es de ocho semanas (llevamos cinco) y el peor escenario, de 12. Y las medidas del Gobierno no son útiles para las empresas, salvo el aplazamiento tributario. En consecuencia, urge levantar el encierro cuanto antes, para lo cual es imprescindible hacer caso de una vez a la OMS.
Que el confinamiento debe durar lo menos posible para minimizar el daño a la economía es algo que tienen claro en los países de nuestro entorno. En Alemania, ya abren los pequeños comercios desde este lunes, los equipos de fútbol llevan una semana entrenando y pretenden que los niños vuelvan al colegio el 4 de mayo. Algo que ya se produjo ayer en Dinamarca, por ejemplo. Incluso Italia, el país más afectado, también va reabriendo poco a poco los locales comerciales.
Aquí en cambio, Pedro Sánchez anunció en su alocución habitual de los sábados que va a pedir otra prórroga del encierro hasta el 11 de mayo... y no descarta pedir más. De hecho, a partir de esa fecha tampoco saldremos todos, sino que se hará de forma "asimétrica", que a saber qué significa eso. Al menos, va a dejar salir a los niños antes (habrá que ver en qué condiciones). Si el confinamiento llega a 12 semanas, el Banco de España predice una recesión del 13,6%, que deja muy atrás el 8% pronosticado por el FMI y que sería catastrófica para el empleo.
Nadie discute que la protección de la salud debe ser lo primero. Lo que es discutible es que la mejor manera de protegerla sea confinando sine die a toda la población hasta que los contagios se reduzcan sin tomar medidas adicionales. ¿Por qué en esos países han tenido muchos menos muertos que nosotros -salvo Italia- y ya han iniciado la desescalada? Pues porque tardaron mucho menos que nosotros en imponer el confinamiento en cuanto tuvieron los primeros casos y porque, a diferencia de España, han seguido la principal recomendación de la OMS: hacer tests masivos a la población. Y también porque cuentan con grandes reservas de mascarillas, mientras que aquí todavía no hay en la mayoría de las farmacias.
Esta excepcionalidad española se explica por muchas causas. Sin duda, entre las principales están la falta de previsión del Gobierno, que no se tomó en serio los primeros casos; la tardanza en reaccionar, que permitió desplazamientos masivos de turistas y de estudiantes; y su muy mejorable gestión posterior en cuanto a la compra de tests y mascarillas. Todo ello sumado a la escasez de material en todo el mundo, a los abusos y estafas de los proveedores, a la escandalosa falta de cifras fiables de afectados y fallecidos, y demás avatares bien conocidos.
El problema es que esta mala gestión la vamos a pagar todos con una recesión mucho más grave de la que habríamos sufrido con un confinamiento más corto, y mucho peor que la de los países de nuestro entorno. Por eso, es necesario hacer caso de una vez a la OMS y poner en marcha tests masivos para iniciar el desconfinamiento cuanto antes, no el 11 de mayo.
Más allá de la gestión sanitaria, hay otro elemento muy preocupante: el desconocimiento del funcionamiento de la economía -de que las empresas son las que crean empleo- por buena parte de los ministros o, peor aún, una mentalidad en la que el empresario es el enemigo y, por tanto, no se le da ni agua.
De ahí que se hayan tomado muy pocas medidas para ayudar a mantener los empleos, con grandes obstáculos para acceder a ellas y con la prioridad de gastar lo menos posible (de ahí que sean aplazamientos y avales, pero no exenciones ni subvenciones, a diferencia de otros países). Algo que queda claro en una encuesta que también publicó el Banco de España, que revela que la única medida que los empresarios consideran útil es el aplazamiento del pago de impuestos. La flexibilidad de los ERTE no llega ni al 50% de aprobación.
Esta actitud se aprecia claramente en las intervenciones de los ministros de Podemos -aunque no solo- y en sus terminales mediáticas, que consideran, por ejemplo, que la vuelta al trabajo en las actividades no prohibidas de hace una semana se debió a "presiones de la CEOE y del Ibex". Con este pensamiento, da igual que dure el encierro todo lo que haga falta porque los que se fastidian son las empresas y no los trabajadores, a los que subsidiará; ya saben, "no se va a dejar a nadie atrás". "Las personas son más importantes que la economía", nos dicen. El problema es que no da igual. Y lo van a pagar las personas.