La demanda de las mismas podría caer entre un 10% y un 20% a nivel global
Los viajes diarios a la oficina tienen los días contados. El Covid-19 y el confinamiento han traído consigo formas de afrontar y entender el trabajo que, si bien no han sido del todo fáciles de implementar, han llegado para quedarse. El trabajo remoto es una de ellas, así como las instauración de un nuevo concepto de oficina: más pequeña, céntrica, utilizada como centro de reunión y con escritorios compartidos ('hot-desking').
Empleadores y empleados han constatado durante el último año la elevada productividad, así como la rentabilidad del teletrabajo, por lo que es probable que de ahora en adelante sea mayor el número de empresas que ofrezcan opciones de trabajo más flexibles y mayor también el de trabajadores que las acepten.
La extensión progresiva del empleo bimodal (parte en casa y parte en la oficina) no solo ha modificado las rutinas, sino también los espacios de trabajo, cuya configuración se ha amoldado a las exigencias de la situación.
Así, a medida que los empleadores opten por mantener estos modelos híbridos y más elásticos, según un informe de Barclays, la demanda de oficinas podría caer entre un 10% y un 20% a nivel global, pero el papel de las mismas cobraría una centralidad indiscutible. Los despachos al uso podrían volverse en un foco primordial para la reunión periódica de los empleados, no sin antes pasar por una ineludible transformación que les permita adaptar sus características para sacarles el mayor rendimiento posible.
Al no ser ya el escenario principal de la vida laboral, la función de los despachos cambiará, convirtiéndose estos en el lugar de interacción, discusión y colaboración, proclive a un ambiente de mayor informalidad en el que el trabajo colaborativo, la comunicación general la creatividad irán ganando relevancia.
Las tareas individuales probablemente quedarán relegadas a los hogares, mientras que las reuniones, los debates y otras actividades grupales se llevarán a cabo principalmente en la oficina, previsiblemente más pequeñas, pero con características superiores para “obligar” al personal a asistir. Por ello, se prevé un aumento de la demanda de espacios cada vez más céntricos, situados cerca de servicios como bares y restaurantes.
Del mismo modo, los diseños de los mismos habrán de evolucionar a fin de incorporar no solo escritorios permanentes para aquellos que no trabajan en sistemas híbridos, sino también espacios de colaboración, salas de reuniones, áreas de descanso, mesas compartidos, etcétera.
Aunque tradicionalmente los escritorios compartidos han demostrado ser un obstáculo para productividad, el ‘hot-desking’ podrían plantearse –a través de la asistencia estructurada a la oficina– como una alternativa recurrente para rentabilizar mejor los nuevos entornos de trabajo.
Por otro lado, si este modelo mixto termina por convertirse en la norma, la demanda agregada de oficinas disminuiría notablemente al “ahorrar” el 50% del espacio correspondiente a aquellos empleados que trabajarán parcialmente desde casa, lo que se traduciría en la integración de nuevas ubicaciones para la creación de una red de lugares de trabajo conectados articulada en torno a dos ejes: el hogar y la oficina.
Por su parte, los costos inmobiliarios evidenciarían también una reducción drástica de su peso respecto al total de los costos generales, hasta situarse en aproximadamente el 10%, según Oficina Nacional de Estadística británica.
Sin embargo, la actual tendencia sugiere que la demanda de espacio de oficinas en un futuro no muy lejano podría ser sustancialmente menor, aunque por el momento ha comenzado una recuperación en disponibilidad y espacio vacante.