Estima que el PIB español crecerá este año un 4,2% y se ralentizará hasta el 2% en 2023
Funcas ha dicho este lunes que prevé una "fuerte desaceleración" de la economía tras el verano. Las tensiones geopolíticas, la crisis energética y el cambio de rumbo de la política monetaria por el riesgo de cronificación de la inflación empañan las perspectivas de la economía mundial en general y de la española en particular. Así, estima un crecimiento del PIB español del 4,2% este año y una "fuerte desaceleración" hasta el 2% en 2023.
Como han apuntado este lunes Carlos Ocaña, director general de Funcas, y Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, en la actualización de las previsiones económicas para España 2022-2023, estas cifras están sujetas a una gran incertidumbre y condicionadas por factores como la duración de la guerra en Ucrania o la evolución de los precios energéticos. Pese a todo, la economía española crecerá por encima de la media europea durante todo el periodo de previsión.
El crecimiento esperado del PIB del 4,2% este año no varía respecto a la anterior estimación, pero sí la composición. La demanda interna solo aportará 2,1 puntos, 1,7 puntos menos que en la previsión de marzo. Este recorte refleja principalmente la pérdida de capacidad de compra de los consumidores debido a la inflación. Los hogares tirarán del ahorro para financiar su gasto, lo que permitirá un leve crecimiento del consumo privado –una previsión en retroceso en relación a la de marzo-.
“La perpetuación del conflicto bélico o su extensión a otros países llevaría inevitablemente a la estanflación”
Por su parte, la aportación del sector exterior se ha revisado al alza, hasta 2,1 puntos (1,7 más que en marzo), como consecuencia de la recuperación de los ingresos por turismo hasta el nivel previo a la pandemia y, en menor medida, de las ventas de bienes y servicios no turísticos en el exterior.
Este rebote del turismo, el dinamismo de las exportaciones de bienes y servicios no turísticos y la pujanza del mercado laboral seguirán sosteniendo la actividad en los próximos meses. Sin embargo, perderán fuelle tras el verano, mientras que las perturbaciones geopolíticas, energéticas y monetarias ganarán peso.
En consecuencia, la economía española registrará "una fuerte desaceleración en 2023", con un crecimiento del PIB del 2%, 1,3 puntos menos que en la anterior previsión. Carlos Ocaña ha insistido en que “estas previsiones son muy sensibles a la evolución de la inflación y los tipos de interés; una inflación más elevada o un ajuste de los tipos de interés más rápido resultarían en un menor crecimiento, un escenario más adverso que no es descartable”. “Las opciones de los gobiernos para reducir la inflación son muy limitadas pero la política económica debe, al menos, no agravar las consecuencias negativas del alza de precios. Hace falta una política de rentas sensata, que no deteriore la competitividad de la economía. Y hace falta una política presupuestaria prudente que no magnifique el inevitable aumento del coste de nuestra elevada deuda pública”, ha añadido.
En cuanto a la inflación, el deflactor del consumo crecerá este año un 8,8% y un 5% el que viene, partiendo de la hipótesis de unos precios energéticos al alza hasta la próxima primavera antes de estabilizarse, en línea con los mercados de futuros. Estas previsiones incorporan algunas de las medidas del último plan anti-inflación del Gobierno.
El dinamismo del mercado laboral se mantendrá, aunque a un ritmo cada vez menor, en consonancia con la fuerte desaceleración de la economía. Hasta finales de 2023 se crearán cerca de 600.000 puestos de trabajo, con lo que la tasa de paro bajará del 12%.
El déficit público descenderá este año por el juego de los estabilizadores automáticos y de la inflación. Sin embargo, en 2023 apenas se avanzará en la contención de los desequilibrios por el enfriamiento de la economía, la revalorización de los funcionarios y la indiciación de algunas partidas presupuestarias como las pensiones. El agujero rondará el 4,5% del PIB en 2023, un valor cercano a su nivel estructural, y la deuda el 112%.
Raymond Torres ha señalado que “la perpetuación del conflicto bélico o su extensión a otros países llevaría inevitablemente a la estanflación”. Otro de los grandes riesgos atañe a la evolución de la política monetaria. Las previsiones contemplan subidas moderadas de tipos de interés, que deberían ser graduales para no intensificar la desaceleración e ir acompañadas de un cortafuegos contra la fragmentación financiera. Con todo, la facilidad de depósitos subiría hasta el 1,5% a finales de 2023, lo que sería consistente con un Euribor por encima de ese umbral y una rentabilidad del bono a 10 años cercana al 3%.
En opinión de Torres, “este escenario elevará las cargas financieras para los hogares y las empresas, pero hasta niveles asumibles en comparación con la crisis financiera. Sin embargo, en el caso del sector público, el endurecimiento previsto de la política monetaria tendrá un impacto más pronunciado, debido al nivel de partida de los desequilibrios. No obstante, todavía sería una posición sostenible siempre que se mantenga el crecimiento económico y se ponga en marcha una senda creíble de corrección gradual de los déficits”.