Los operadores han pasado de descontar una subida a apostar por un recorte
El sector bancario mira con recelo a la reunión que el Banco Central Europeo (BCE) celebra este jueves. Aunque no está previsto que el organismo que preside el italiano Mario Draghi haga ningún cambio en su política monetaria, lo cierto es que el sentimiento del mercado ha cambiado en cuestión de meses, de forma que los operadores han pasado de esperar una subida de los tipos este año a descontar que habrá un recorte.
A principios de 2019 el consenso auguraba que el BCE subiría los tipos de interés este año, siguiendo la estela de la Reserva Federal estadounidense (Fed), aunque ahora los operadores auguran que el banco central acometerá un recorte de 10 puntos básicos en la tasa de interés de referencia en pleno verano, según recoge Bloomberg. La fecha marcada en el calendario es la del 25 de julio, cuando Draghi y los suyos se reunirán para decidir sobre la política monetaria.
Este jueves el BCE podría dar alguna pista al respecto, aunque hace un par de semanas alejaba aún más la subida de tipos argumentando que las esperanzas de que la economía se recupere en la segunda mitad del año son cada vez menores. Es más, no descartaba que el crecimiento sea más débil de lo esperado. Precisamente este argumento, el del empeoramiento de las condiciones económicas, es el que ha llevado a la Fed de Jerome Powell a frenar las subidas y volverse más 'dovish', valorando incluso bajar los tipos. De hecho, el mercado descuenta que habrá dos bajadas este año.
Y es que la convulsión ha llegado a los bancos centrales de la mano de las incertidumbres que acechan a los mercados. En el caso de Europa, además de la guerra comercial (los operadores ven ahora más riesgo de que las tensiones entre EEUU y China se incrementen), también preocupa la situación de Italia por su elevado déficit y deuda y los tiras y aflojas que Roma mantiene con Bruselas. De hecho, la Comisión Europea ha decidido activar el procedimiento sancionador al país transalpino por no reducir su deuda, que supera el 130% del PIB.
Todo esto ha provocado un repunte global de los bonos y ha estimulado la especulación de que los bancos centrales tendrán que aflojar sus políticas si quieren impulsar la economía mundial. Y de ahí la preocupación de los bancos, que fían la mejora de su rentabilidad a un endurecimiento de la política monetaria que cada vez se aleja más y más. El sector esperaba como agua de mayo la subida de los tipos para mejorar su rentabilidad, que aún se encuentra por debajo de su coste de capital.
Hace unos meses François Villeroy, gobernador del Banco de Francia y uno de los candidatos con más puntos para sustituir a Draghi una vez concluya su mandato en octubre, se refirió a este asunto y fue contundente: "Si los tipos bajos se mantienen durante demasiado tiempo, podrían influir negativamente en la rentabilidad de los bancos. Si tuviéramos que hacerlo, deberíamos estudiar la manera de mitigar sus posibles efectos adversos en la transmisión bancaria de la política monetaria", dijo. El presidente del BCE ya ha dicho en más de una ocasión que seguirá ayudando a la banca si es necesario (ahora va a poner en marcha una nueva ronda de liquidez), aunque también ha dejado claro que "el bajo ROE no es por los tipos".
Draghi se ha comprometido a "continuar monitorizando cómo los bancos pueden mantener unas condiciones de beneficio saludables al tiempo que los márgenes de intereses se comprimen" y, si es necesario, reflejar ese estudio en "medidas que puedan preservar las implicaciones favorables de los tipos negativos para la economía a la vez que mitigan los efectos colaterales, si es que los hay". Aunque remarcando que "la baja rentabilidad bancaria no es una consecuencia inevitable de los tipos negativos".