La recuperación de la economía se ha producido con superávits por cuenta corriente que han mejorado su posición internacional
La crisis tiene un lado positivo. España ha corregido parte del desequilibrio que sufría la economía en los años de la burbuja o, lo que es lo mismo, ha reducido su vulnerabilidad con menores niveles de deuda externa. La forma de conseguirlo ha sido dolorosa, al basarse en la caída de los salarios, combinada con el abaratamiento del petróleo y las políticas del Banco Central Europeo (BCE). Y ya no es suficiente. El Banco de España (BdE) reclama un esfuerzo al Gobierno para reducir sus niveles de endeudamiento y reformas estructurales que aseguren una mejora de la competitividad.
Por ahora, las políticas de Mario Draghi, al abaratar la deuda pública; los menores precios del petróleo; el propio ciclo económico; el crecimiento del turismo, en parte por la inestabilidad de otros países; el ajuste del déficit público; el envejecimiento, al fomentar el ahorro y detraer la demanda; y la devaluación interna, han sido las recetas para reducir la vulnerabilidad, señala el BdE en su informe anual. En el último caso, los costes laborales unitarios de España comparados con el resto de la Eurozona disminuyeron un 11% entre 2008 y 2015. En el mismo periodo, las estadísticas de la OCDE reflejan un retroceso del salario medio anual del 5% hasta los 27.479 euros si se elimina el impacto de la inflación.
El aumento del paro y el golpe al bolsillo de los trabajadores han mermado la demanda, y las importaciones aún están por debajo de los niveles precrisis. Paralelamente, las empresas han incrementado su competitividad y las exportaciones se han disparado. La balanza comercial "pasó de representar un déficit del 5,5% del PIB en 2007 a un superávit del 0,2% en 2016", explica la institución gobernada por Linde.
El BdE pide un "saneamiento estructural"de las cuentas públicas y "reformas de los factores y productos" que favorezcan la competitividad exterior
Esta evolución del saldo exterior alivia la vulnerabilidad de la economía española. El Banco de España hace referencia a la posición financiera internacional neta (PII) de la economía. Cuando el saldo es negativo se trata de la deuda externa que tiene un país por su necesidad de financiación. En este caso, en España se disparó en los primeros años de la entrada en vigor del euro en 45 puntos porcentuales del PIB, alcanzó el 80% en 2008 y superó el 90% en 2009. Desde entonces se ha moderado hasta el 85,7% con el que cerró 2016, según las estadísticas que publica el BdE en su informe anual.
Pero algunos vientos de cola empiezan a disiparse. Los precios del petróleo se han consolidado alrededor de los 50 dólares (lejos de los 30 de finales de 2015 y principios de 2016) y los analistas dan por hecho que el BCE endurecerá su política el próximo año. Además, la recuperación presionará al alza los salarios en algún momento. Por ello, el BdE pide un esfuerzo al Gobierno de Mariano Rajoy: para reducir la deuda externa de la economía “deberían contribuir tanto el saneamiento estructural de las cuentas públicas como las reformas de los mercados de factores y productos que favorezcan el mantenimiento y la profundización de las ganancias de competitividad exterior”, explica el supervisor.
En la misma línea, la calificadora crediticia S&P, que reafirmó en marzo el rating de la deuda española pero mejoró la perspectiva a ‘positiva’, puso entre los peros la política y la deuda externa. Además de la dificultad para lograr consensos por parte del Ejecutivo, señaló como amenaza el hecho de que esta variable “está entre las más altas de todos los países soberanos analizados”, un dictamen con el que coincide el BdE (ver cuadro).
Asimismo, la deuda externa bruta, que recopila todos los pasivos exigibles emitidos por España que tienen agentes económicos de otros países, supone el 167,5% del PIB. Aunque no son datos con mucho marketing, su evolución es decisiva para determinar la capacidad de resistencia que tiene una economía ante shocks externos. Por eso este concepto equivale económicamente a la vulnerabilidad de un país.
“El nivel actual de endeudamiento exterior representa un riesgo que no debe subestimarse. Las estimaciones de un indicador de alerta temprana de tensiones exteriores para un amplio conjunto de países, incluida España, que se basa fundamentalmente en los niveles de pasivos frente al resto del mundo, corroborarían este elemento de vulnerabilidad”, afirma el informe anual del organismo gobernado por Luis María Linde.
UNA MEJORA DOLOROSA
Aunque no hay un umbral establecido para disipar los riesgos, la Comisión Europea habla de una deuda externa neta (descontando la posición acreedora) inferior al 35%. Es decir menos de la mitad de los niveles que atesora España, con un saldo negativo de más de 900.000 millones de euros. Atendiendo a Bruselas, para llegar a un rango de mayor comodidad la economía española necesita reducir su deuda externa en 560.000 millones.
España se ha beneficiado de importantes vientos de cola que este año empiezan a deteriorarse
“Se trata de uno de los principales problemas de la economía española, que refleja la falta de competitividad de la economía que durante años tuvo fuertes déficits en balanza por cuenta corriente. La buena noticia es que está mejorando”, explica Joaquín Maudos, profesor de la Universidad de Valencia e investigador del IVIE. “La debilidad del euro también ha ayudado al bajar los costes e incrementar la productividad con los países de fuera de la Eurozona. España se ha beneficiado de importantes vientos de cola que este año empiezan a deteriorarse”, señala Juan Manuel Martínez, socio de la consultora EY.
La clave, como apuntan los expertos, está en la balanza de pagos, el registro contable de los intercambios entre un país con el exterior. En ella, “la necesidad o la capacidad de financiación de una nación se determina como la suma de los saldos de la balanza por cuenta corriente y la balanza de capital”, explica el Banco de España, siendo la última de “menor magnitud”.
Dentro de la balanza corriente se contempla el intercambio de bienes, servicios, rentas primarias (pagos y cobros de intereses) y secundarias (por ejemplo, remesas de la migración). Durante la crisis el saldo ha pasado de un déficit del 9,6% en 2007 al superávit del 2% del PIB en 2016, lo que supone una mejoría de 11,6 puntos.
“La reducción de la deuda externa hacia niveles menos vulnerables requerirá el mantenimiento de superávits por cuenta corriente durante un periodo prolongado de tiempo”, señala el BdE. Pero el encarecimiento del petróleo y la recuperación económica, impulsan las importaciones, lo que ha incrementado ya en el primer trimestre el déficit comercial un 45,6% anual, hasta los 7.199 millones, pese al nuevo récord de las exportaciones. Y si el paro sigue bajando, elevará los salarios y con el resto de factores constantes limitarán las exportaciones. Razones por las que Linde apunta a Moncloa al pedir una reducción del stock de deuda pública, que roza el 100% del PIB, y asegurar la competitividad de la economía con más reformas.