Como ocurrió con Reagan, la llegada de Trump siembra dudas sobre el futuro de la Fed
Los estadounidenses votaron. Y dieron el triunfo al candidato republicano. El nuevo presidente de Estados Unidos se encontró con un inconveniente cuando llegó a la Casa Blanca. Se encontró con un mandatario demócrata al frente de la Reserva Federal (Fed). Las especulaciones se extendieron rápidamente. No seguiría mucho al mando del banco central estadounidense... Pero Ronald Regan lo acabó renovando.
La historia es así de caprichosa. EEUU y el mundo ya contemplaron hace 36 años un escenario muy similar al que se está planteando en estos momentos entre el presidente electo de EEUU, el republicano Donald Trump, y la presidenta de la Fed, Janet Yellen.
Cuando Reagan, un republicano, ganó las elecciones en 1980 no es que sintiera una especial simpatía por la imponente figura de dos metros de altura de Paul Volcker, un demócrata, que presidía la Fed desde un año antes. Y no lo ocultó en la comida que acogió el primer encuentro oficial entre ambos, tal como narra Steven Hayward en el libro 'La era de Reagan: la contrarrevolución conservadora (1980-1989)'. Hayward describe la escena así. Primero, Reagan expuso el planteamiento: "Estaba preguntándome si me podrías ayudar con una cuestión que me formulan a menudo". Luego, cargó ya sus intenciones: "He recibido muchas cartas de gente que plantea la cuestión de por qué necesitamos una Reserva Federal en absoluto. Parecen sentir que la Fed es la que causa muchos de nuestros problemas monetarios y que estaríamos mejor si la aboliésemos". Y finalmente disparó: "¿Por qué necesitamos la Reserva Federal?".
UNA HERENCIA MUY PARECIDA (CON MATICES)
Tres décadas y media después, los paralelismos impresionan. Ahora, como entonces, Trump ha 'heredado' a un demócrata al timón del banco central norteamericano; ahora, como entonces, el candidato elegido no se siente cómodo con esa persona al frente de la Fed; y ahora, como entonces, los rumores sobre la continuidad del principal banquero central del país resuenan en los mercados.
Hay similitudes, pero también diferencias. Reagan heredó a un 'halcón' que no dudó en elevar los tipos al 20% para 'matar' la inflación; Trump hereda a una 'paloma' preocupada por no arriesgar la recuperación con un rápido aumento de los intereses
Pero también hay diferencias. Y muy acusadas. A Reagan le importunaba la contundencia de Volcker. No debe ser fácil llegar a la Casa Blanca cuando el presidente de la Reserva Federal se encuentra en plena cruzada contra la inflación y eleva en distintas ocasiones los tipos de interés hasta el 20%, asumiendo como mal menor la recesión que el país sufría al mismo tiempo. Y no fue pequeña, porque Reagan soportó al principio de su presidencia una contracción económica que se prolongó durante 16 meses, la más larga que hasta entonces había sufrido el país desde la Gran Depresión y que incrementó la tasa de paro hasta casi el 11% a finales de 1982.
Lo que le molesta a Trump es todo lo contrario. Critica con dureza a la Fed y a Yellen por su blandura. A su juicio, han creado una recuperación falsa basada en una ilusión monetaria que se sustenta en los intereses más bajos de la historia -aún hoy están en el 0,25-0,50%- y con la inyección de 3,5 billones de dólares mediante los sucesivos programas de expansión cuantitativa -QE1, QE2 y QE3- ejecutados entre 2008 y 2014.
DISCIPLINA... O PRAGMATISMO
La escena, por tanto, es similar. Y es un argumento adicional para preguntarse si Trump será el nuevo Reagan. Por ahora, sin embargo, sólo se conocen los hechos del viejo Reagan. Y con respecto a la Fed estuvieron llenos de pragmatismo.
Volcker no sólo siguió en el cargo, sino que Reagan aceptó su renovación para un segundo mandato en 1983, con lo que cumplió ocho años como presidente de la Fed. Entendió que sus diferencias no eran insalvables, que Volcker también era capaz de bajar los tipos con celeridad, que su ortodoxa concepción de la cuestión monetaria resultaba valiosa para transmitir una sensación de equilibrio, que mantenerlo en el puesto le mostraba tolerante hacia los demócratas y, en última instancia, que siempre viene bien tener a alguien así por si había que buscar 'culpables' de que las cosas no iban bien. Volcker, a su vez, comprendió que Reagan necesitaba un banquero central discreto, que no se entrometiera en los vericuetos de Washington y que, tras tanta dureza, diera aire a la economía. Y lo hizo.
A priori, las palabras que Trump ha dedicado a Yellen en la campaña no invitan a pensar en una reedición del entendimiento logrado finalmente entre Reagan y Volcker. Incluso Trump puede encontrar entre los republicanos más apoyo del que ha recibido hasta la fecha en caso de que quiera 'ocuparse' de la Fed.
En los últimos años, en el partido ha ido germinando una creciente animadversión hacia la Fed. Ha tenido una voz protagonista, la del excongresista por Texas Ron Paul, con su explícito libro 'Acabar con la Fed', publicado en 2009, y con su no menos explícita campaña en favor de auditar la Fed, en el sentido de que el Congreso no sólo reciba explicaciones periódicas del banco central, sino que ejerza un control más exhaustivo sobre la labor del banco central. En su cruzada no ha estado solo. Le han apoyado desde su hijo, Rand Paul, senador republicano por Kentucky, hasta Ted Cruz, que compitió con Trump en la carrera por liderar al Partido en las elecciones de 2016. La perseverancia de Ron Paul incluso se plasmó en una ley para ejecutar ese mayor control sobre la Fed, la Ley de Transparencia de la Reserva Federal de 2009, aunque fue aprobada con una versión mucho más light de lo que a él le hubiera gustado. Con el triunfo de Trump, que ha abrazado la idea de auditar la Fed, las posibilidades de endurecer esa versión cotizan al alza.
Ahora bien, Donald no puede descartar que le pase como a Ronald. Como a su predecesor, Yellen puede serle útil. Para demostrar que no es tan fiero y que tolera trabajar con una demócrata; para garantizarse, pese a lo que diga en público, que la normalización monetaria no va a ser abrupta, algo que supondría un riesgo para la economía; y para no precipitarse. Al fin y al cabo, el actual mandato de Yellen expira en febrero de 2018, con lo que sólo tendrían que 'convivir' un año si, como parece, no la propone para un segundo mandato.
Mientras tanto, puede ir moviendo otras piezas dentro de la Fed. Fundamentalmente dos, que corresponden a los puestos vacantes dentro del Consejo de Gobernadores del banco central, compuesto ahora por cinco personas. Es decir, Trump podría proponer ya a un número importante de gobernadores más acordes a su perfil.
A VUELTAS CON LOS MÉRITOS Y LA INDEPENDENCIA
En cualquier caso, sus relaciones con la Fed y sus decisiones con respecto al banco central de EEUU serán analizadas al detalle. Dentro y fuera del país, porque la Reserva Federal es el banco central más influyente del mundo. Y lo que acontezca con su futuro determinará no sólo su porvenir, sino el del resto de los bancos centrales del planeta.
Creada en 1913, precisamente con el propósito de atajar una secuencia de crisis financieras que fue coronada con el pánico bancario de 1907, el Sistema de la Reserva Federal nunca ha encajado del todo en el ideario y el pensamiento de los estadounidenses. Para su forma de ser, es un organismo estatal demasiado poderoso, y que además cada vez lo ha sido más porque ha ido abarcando un protagonismo creciente. Los recelos a los que Reagan aludió recogen ese parecer.
En su hoja de servicios, la Fed no puede presumir de haber desterrado las crisis. De hecho, dos de las más severas, la Gran Depresión y la Gran Recesión, han ocurrido en su época. Pero al menos sí le queda el consuelo de que las crisis y las recesiones son menos habituales que antes de su existencia.
La Fed no ha desterrado las crisis, pero los datos sí avalan que contribuye a alargar los ciclos expansivos y a acortar los recesivos
Según los datos de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), en los 57 años previos a su nacimiento EEUU padeció 15 recesiones, con una duración media de 22 meses. Es decir, la economía enfermaba una vez cada cuatro años, aproximadamente. En los 100 años posteriores, EEUU ha atravesado 18 recesiones, con lo que han pasado a suceder cada seis años, y su vida media se ha acortado hasta los 13 meses. O lo que es lo mismo, la Fed contribuye a alargar los ciclos expansivos y a reducir la duración de las recesiones.
Para ello y para cumplir su doble cometido de promover el mayor empleo posible y la estabilidad de los precios, la Fed entiende que cuenta con un activo fundamental: la independencia. Que las manos de los políticos queden fuera de las palancas de la gestión monetaria resulta clave. Y así lo remarcó Yellen el jueves, cuando subrayó que "la independencia es crucial para la Fed". Marcaba así un terreno que no quiere que Trump pise con esa pretensión de auditar la Fed.
MUCHO MÁS DE FONDO
Pero, incluso aunque Trump se acabe llevando bien con Yellen y descarte una renovación en la idiosincrasia de la Fed, la cuestión sobre la necesidad de contar con bancos centrales no es menor. Al fin y al cabo, la humanidad ha vivido mucho más tiempo con ellos que sin ellos. "A veces olvidamos que los bancos centrales, tal y como los conocemos hoy, son, de hecho, una invención en gran medida de los últimos cien años", escribió el propio Volcker escribió en el prólogo del libro 'Bancos centrales', de Robert Pringle y Marjorie Deane,
Diseñados para ser aburridos, discretos y ortodoxos, su excesivo protagonismo de los últimos años y el festival monetario que han protagonizado, aunque no hayan sido elegidos, aunque hayan sido delegados por la inacción o pasividad de las autoridades políticas, aunque hayan respondido a unas condiciones extraordinarias -la peor crisis desde la Gran Depresión- que han requerido medidas igualmente extraordinarias, a la larga les pueden haber perjudicado más que beneficiado.
Ese atisbo de sospecha se mezcla además con una revolución tecnológica de la que no se escapan. Porque no sólo los bancos privados deben sentirse incómodos por la compañía de sus nuevos -los actuales y los que vendrán- competidores tecnológicos, agrupados bajo la etiqueta fintech, sino que los bancos centrales, tradicionales señores del dinero, también se enfrentan a enormes retos.
Más allá de bitcoin, lo cierto es que las 'criptomonedas' y el potencial de una tecnología como 'blockchain' amenazan con romper la tradicional conexión entre una moneda y un país -o cadena de naciones, como la del euro-. Y sin esa identificación, es decir, sin que un billete vaya ligado a una nación, los bancos centrales, al menos como están concebidos ahora, perderían su razón de ser. Y sin necesidad de llegar tan lejos, en cualquier caso el desarrollo de los medios de pago electrónicos y digitales y el esperado declive del dinero en efectivo les obligará a renovarse si no quieren morir.
Mervyn King, toda una autoridad en la materia porque gobernó el Banco de Inglaterra, lo expone con claridad: "Su extinción no puede descartarse del todo. En el pasado, las sociedades han funcionado sin bancos centrales"
Uno de su estirpe, del selecto club de los banqueros centrales, el exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, no duda en expresar estas dudas en su libro 'El fin de la alquimia'. "Existe, de hecho, el riesgo de esperar más de los bancos centrales de lo que pueden entregar. Algunos parecen creer que los bancos centrales son la respuesta a todos nuevos problemas económicos -la única alternativa posible-", expone. Continúa, con una evidente dosis de crítica: "Cualquier banco central que se permita ser descrito como la única alternativa posible merecería que lo desterraran". Y lanza varias advertencias. Una: "Al final, esperar demasiado de los bancos centrales producirá desilusión". Dos: "¿Ha tocado techo su reputación? ¿Verán los futuros historiadores a los bancos centrales como un fenómeno en gran parte del siglo XX?". Y tres: "Aunque los bancos centrales han madurado, todavía no han alcanzado la vejez. Pero su extinción no puede descartarse del todo. En el pasado, las sociedades han funcionado sin bancos centrales".
Tal vez algo así ronda por la cabeza o los pensamientos de Trump. Tal vez le está dando vueltas a aquella pregunta que Reagan la formuló a Volcker: "¿Por qué necesitamos la Reserva Federal?". Ronald respondió con sus hechos. Los de Donald aún son una incógnita.