Para Oxford Economics, la demografía será un lastre en las próximas décadas
La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en la sensación de este 2023. Desde la irrupción de ChatGPT, las empresas han comenzado una carrera contrarreloj para liderar el desarrollo de esta tecnología. Su popularización ha disparado no solo a las cotizadas que apuestan por ella, sino que ha dado vida al Nasdaq, que se dispara alrededor de un 25% en lo que va de año. Algunos expertos apuestan porque la IA dará lugar a un gran aumento de la productividad global e impulsará el crecimiento económico, pero otros no son tan optimistas.
Este es el caso de los estrategas de Oxford Economics, que optan por la cautela, ya que creen que "si bien la IA puede transformar algunos sectores, es poco probable que impulse el crecimiento mundial".
Para Goldman Sachs, por ejemplo, los avances en inteligencia artificial generativa tienen el potencial de provocar cambios radicales en la economía global y confían en que, a medida que las herramientas que utilizan avances en el procesamiento del lenguaje natural se vayan introduciendo en las empresas y la sociedad, podrían impulsar un aumento del 7% en el PIB mundial y elevar el crecimiento de la productividad en 1,5 puntos porcentuales en un periodo de 10 años.
"A pesar de la importante incertidumbre sobre el potencial de la IA generativa, su capacidad para generar contenido que es indistinguible de la producción creada por humanos y de romper las barreras de comunicación entre humanos y máquinas refleja un avance importante con efectos macroeconómicos potencialmente grandes", explican Joseph Briggs y Devesh Kodnani, economistas de Goldman.
Sin embargo, los expertos de la firma británica no se muestran tan positivos y se preguntan hasta qué punto este impulso puede ser realista, principalmente teniendo en cuenta que la economía mundial enfrenta una serie de obstáculos para el crecimiento en los próximos años.
"Uno de ellos es la demografía: la contribución de la oferta laboral al crecimiento en las economías avanzadas ha ido disminuyendo y caerá a cero en la década de 2030. En segundo lugar, el crecimiento de la productividad en los próximos años también puede verse perjudicado por las enormes crisis económicas recientes", tales como la pandemia o la guerra de Ucrania, agregan.
Por ello, destacan que la IA debería tener un impacto masivo en la productividad para revertir esta tendencia negativa y que no todas las nuevas tecnologías han estado a la altura de su promesa inicial, e incluso cuando lo han hecho, "el impacto en el crecimiento agregado ha sido a veces modesto".
A pesar de que a nivel histórico hay varios episodios para ser optimistas respecto a un crecimiento acelerado de la productividad, como, por ejemplo, Reino Unido a mediados del siglo XIX, Estados Unidos entre 1891 y 1913, o Europa entre los años cincuenta y principios de los sesenta, en Oxford Economics señalan cinco razones para optar por la cautela.
1. En algunos casos, como en la Europa de la posguerra, los aumentos de productividad fueron el resultado de circunstancias históricas únicas.
2. El impacto positivo de las nuevas tecnologías en la productividad es a veces modesto y algunas nuevas tecnologías no logran generar ningún impulso.
3. A menudo hay un largo intervalo entre la invención de la tecnología y cualquier impacto significativo en el crecimiento (en ocasiones de décadas).
4. En algunos casos, los aumentos de productividad derivados de las nuevas tecnologías son desiguales entre las economías.
5. El impulso a la productividad a veces no es permanente y desaparece después de un período relativamente corto.
"Nuestra evidencia histórica sugiere cautela a la hora de extrapolar aumentos significativos en el crecimiento de la productividad en toda la economía a partir de la adopción de la IA", subrayan en la entidad británica.
Una cuestión clave es la rapidez con la que esta tecnología se difundirá en la economía, debido a que se necesita tiempo para que su impacto dé "frutos completos" y en un primer momento el crecimiento puede ser pequeño o incluso negativo.
"Las nuevas tecnologías pueden requerir fuertes inversiones en nuevos equipos para producir beneficios, además de importantes inversiones complementarias (incluso en capital humano, por ejemplo, capacitación). Algunas empresas pueden mostrarse reacias a realizar nuevas inversiones costosas si no resultan rápidamente rentables", comentan en Oxford Economics.
En este sentido, hacen referencia a que en algunas ocasiones las mejoras de productividad derivadas de una nueva tecnología se centran exclusivamente en la producción de equipos que la incorporan, lo que significa que los efectos indirectos son limitados.
"Tal fue el caso inicial con las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Es poco probable que la IA sea muy diferente, y para aprovechar sus beneficios se necesitarán inversiones sustanciales en hardware, software y capacitación especializados. Se trata de costes que algunas empresas tal vez no deseen asumir y que pueden resultar prohibitivos para otras (incluso en las economías más pobres)", aseveran los analistas.
Las tesis más optimistas sostienen que la difusión podría ser mucho más rápida hoy en día gracias una economía global más interconectada. No obstante, hay que tener en cuenta que existen muchas barreras para la difusión incluso de la tecnología existente, debido a los costes, las cuestiones regulatorias y las relacionadas con los aspectos culturales y lingüísticos.
"Una cosa es lograr aumentos en los niveles de productividad para una industria determinada o incluso para toda una economía, pero otra es elevar permanentemente la tasa de crecimiento de la productividad. En el caso de la IA, un impulso permanente probablemente dependa de si su uso conduce a mejoras sostenidas en la tasa de innovación", concluyen en Oxford Economics.