Todo indica que las formaciones estatales están ya preparando sus campañas electorales, que no serán en esta ocasión sencillas
Estamos al final del periodo constitucional de formación de gobierno tras las elecciones del 20 de diciembre, y por lo tanto amenazados con nuevas elecciones si no hay un principio de acuerdo, hoy altamente improbable, en los próximos días. Como es conocido, el Rey se entrevistará con los representantes de los partidos políticos los próximos días 25 y 26, y si a su término no está en condiciones de proponer a un candidato para la investidura, las nuevas elecciones serán irremisibles porque no quedará tiempo para desarrollar el protocolo parlamentario de entronización de un nuevo gobierno antes del 2 de mayo, como sería preceptivo.
La preocupación de Pedro Sánchez es afianzar su ala izquierda ya que el pacto con Ciudadanos y el plantón de Podemos podrían haberla debilitado. No se espera, pues, ninguna tentativa de aproximación al PP...
Después del fracaso de la investidura de Pedro Sánchez, que ofreció su candidatura tras cerrar un valioso pero insuficiente acuerdo con Albert Rivera, líder de Ciudadanos, no ha habido en realidad otro intento que el efímero tanteo que tuvo lugar durante el encuentro tripartito PSOE-Ciudadanos-Podemos que terminó con la cerrada negativa de Pablo Iglesias. Este, para cerrar el paso a la corriente interna partidaria de la aproximación, convocó la consulta que habría de ratificar clamorosamente su propia posición.
Con una participación del orden de las 150.000 personas, el 88,23% de los votantes ha respondido no a la pregunta “¿Quieres un gobierno basado en el pacto Sánchez-Rivera?” y el 91,79% se ha pronunciado afirmativamente ante el segundo requerimiento, “¿Estás de acuerdo con la propuesta de Gobierno de cambio que defienden Podemos, En Común Podem y En Marea?”. El plebiscito ha sido una pantomima asamblearia ya que las ceremonias de democracia directa no tienen sentido si no se plantean sobre una disyuntiva real, y ambas preguntas a los militantes y simpatizantes tenían una respuesta obvia. Pero el ceremonial ha valido, como se ha dicho más arriba, para bloquear el acuerdo que hubiera dado el gobierno a Pedro Sánchez, negado por los anticapitalistas y acariciado hasta cierto punto por la gente de Errejón.
EL TIEMPO CORRE...
En teoría, habría todavía tiempo y oportunidad de formalizar la ‘gran coalición’ liderada por el PP, ganador de las elecciones, pero el principal afán del ‘rajoyismo’ ya no consiste tanto, a estas alturas, en promover su candidatura sino en bloquear –también, en negativo- los intentos internos de aprovechar la coyuntura para promover la renovación en la cúpula y sustituir a Rajoy por un nuevo líder de la siguiente generación, capaz de vencer la hostilidad del PSOE. De la mano de García Margallo, se está llevando a cabo una evidente campaña de reforzamiento de las posiciones del presidente popular, de quien se cree que podría tener oportunidades tras el 26J si, como sugieren las encuestas, tanto el PP como Ciudadanos mejoran su posición actual. La estrategia popular consiste ahora en elogiar la supuesta frialdad táctica del líder, que ha sabido mantenerse rectilíneo y fiel a sus principios, sin claudicar mediante pactos que hubieran desfigurado su posición ideológica. En correspondencia –se añade-, cabe esperar que el electorado reconozca ahora estas virtudes y opte por la estabilidad que proporciona el voto al PP. La corrupción no contaría en este dibujo ideal y seguramente poco realista.
Por parte socialista, la preocupación de Pedro Sánchez es afianzar su ala izquierda ya que el pacto con Ciudadanos y el plantón de Podemos podrían haberla debilitado. No se espera, pues, ninguna tentativa de aproximación al PP, que sería considerada una claudicación intolerable por los potenciales electores ubicados en la zona de votantes contigua a Izquierda Unida. Los socialistas se han resignado en fin a repetir elecciones, con la esperanza de obtener una leve subida en reconocimiento al esfuerzo realizado y también como consecuencia de la previsible bajada de Podemos.
Es cierto que a medida que se aproxime el límite temporal se producirán tensiones políticas en el seno de los partidos, pero parece poco probable que se produzca en el ámbito estatal el frenesí del último minuto, capaz de engendrar acuerdos exóticos como ocurrió en Cataluña cuando en tiempo de descuento Artur Mas retiró su candidatura y se la cedió a Puigdemont, quien sí consiguió el respaldo de la CUP. De hecho, todo indica que las formaciones estatales están ya preparando sus campañas electorales, que no serán en esta ocasión sencillas, una vez que la ciudadanía se reconoce harta de mensajes, sugestiones y seducciones. Porque el riesgo para todos los actores será esta vez la fuerte inclinación hacia la abstención que experimentará el electorado.
Antonio Papell
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