España es el primer país europeo en reproducciones in vitro y tercero del mundo
España es el tercer país europeo menor índice de fertilidad, 1,32 por mujer, sólo por detrás de Portugal y Grecia. Las mujeres españolas también son, junto a las italianas, las que más retrasan la edad para tener su primer hijo, hasta los 30,6 años, por encima de la media europea, que se sitúa en los 28,8. Y como transfondo, los debates sobre las pensiones, demografía y el envejecimiento de la población. Y, por supuesto, otro debate más: el de la maternidad.
Todos estos datos, y un marco legal donde la donación de gametos es anónima, han impulsado que España sea el tercer país del mundo con mayor número de tratamientos de reproducción asistida, sólo por detrás de Estados Unidos y Japón. Las últimas cifras conocidas son las del registro de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) en 2014, donde hubo 156.865 tratamientos y nacieron cerca de 34.000 bebés por fecundación in vitro (FIV). El 68% de las mujeres que se sometió a un proceso eran mayores de 40 años, algo que contrasta con los 39 años que marca la Seguridad Social para cubrir los tres intentos de FIV.
España, además, se ha convertido en toda una referencia a escala mundial en cuanto a la atracción de parejas del resto del mundo que quieren ser papás. En concreto, 12.000 procesos correspondieron a parejas extranjeras, que llegaron animados por el nivel médico de las clínicas, una legislación garantista y un clima favorable, que ha impulsado el llamado ‘turismo reproductivo’. "Algunos países como Italia y Alemania cuentan con leyes mucho más restrictivas, lo cual obliga a muchas personas a salir de su país para poder acceder a soluciones adecuadas para sus problemas, sobre todo cuando se necesita una donación de gametos (óvulos o espermatozoides)", apuntan desde la Sociedad Española de Fertilidad.
Un 7,6% de los tratamientos de fecundación in vitro realizados en España en 2014 correspondieron a parejas extranjeras
Muestra de este turismo es que en lugares como Benidorm o Benalmádena (Málaga) han proliferado clínicas de reproducción asistida, al calor de una oferta que incluye el gran deseo de las parejas, ser padres y aprovechar las bondades del sol y la playa de la costa. El Instituto Valenciano de la Infertilidad (IVI) es la punta de lanza de un sector en auge, que ya ha puesto su primera piedra en el gran mercado de la reproducción asistida, Estados Unidos.
La clínica privada levantina fundada en 1990 por los médicos Antonio Pellicer y José Remohí acaba de firmar su fusión con el grupo estadounidense Reproductive Medicine Associates of New Jersey (RMANJ). Esto convierte a la compañía resultante IVI-RMA Global en la mayor compañía mundial del sector con una facturación de 300 millones de euros, una presencia en 13 países y más de 70 clínicas y una plantilla de 2.400 personas. Un hito coronado con la guinda del pastel: los valencianos controlan el 70% de las acciones de la compañía, frente al 30% de RMANJ.
El próximo reto que tienen por delante es “continuar siendo referentes y seguir creciendo en el ámbito de la investigación y el conocimiento científico”. Antonio Pellicer concreta a 'Bolsamanía' que el siguiente avance médico de la reproducción asistida debe llegar por “rejuvenecer el ovario, dado que es la causa más importante de esterilidad es la edad de la mujer”.
¿Y POR QUÉ DEBO SER MADRE?
Ahora bien, junto al incremento de las fecundaciones in vitro aparece otra tendencia: cada vez más mujeres rechazan ser madres, y lo hacen por convicción. De hecho, según el estudio del Centro de Estudios de Demografía ‘La infecundidad en España: tic-tac, tic-tac, tic-tac’, el 25% de las mujeres nacidas en los años 70 no serán madres. Este porcentaje aumentará un poco más en las próximas generaciones, tal y como señala Daniel Devolder, uno de los autores del estudio: “La previsión es que la infecundidad seguirá subiendo en las generaciones más jóvenes, pero con tendencia a estabilizarse en torno al 27-28%”.
Una de las principales causas de que cada vez más mujeres no quieran ser madres, apuntan los expertos, es la propia sociedad. “La idea es que la mayoría de las mujeres que no tienen hijos hubiesen deseado tener uno, pero se lo plantearon demasiado tarde”, comenta Devolver. De hecho, aquí inciden los factores biológicos, de encontrar pareja adecuada, “y también que en torno a 35 años se hace complicado compatibilizar trabajo, carrera profesional y tener un hijo”.
Sin embargo, parece que ya no es sólo la sociedad y la situación personal de cada mujer lo que marca el no tener hijos. Más mujeres deciden no ser madres porque no lo sienten así. De esta manera, nace el movimiento ‘NoMo’ (No mothers), aquellas personas que no quieren tener hijos o que no pueden.
Uno de los principales motivos de las mujeres que optan por no ser madres es la disposición de mayor tiempo libre para sus vidas
La maternidad se convierte, de esta manera, en una opción que para muchas mujeres no resulta atractiva, tal y como revela el estudio sobre ‘Mujer y Maternidad’ de la compañía de estudios de opinión Ipsos. Uno de los principales motivos de esta decisión es que las mujeres desean disponer de más tiempo libre para su vida.
Muchas de estas ‘NoMos’ critican que una vez cumplidos los 30 años la pregunta de ¿cuándo vas a ser madre? se repite constantemente. Además, lamentan que esa pregunta sólo sea dirigida para ellas y nunca para ellos. Sin embargo, este movimiento nació con un objetivo claro: que no haya culpabilidad en la decisión que se tome.
En la actualidad, también ha influido en el descenso de la maternidad los problemas económicos o la falta de oportunidades laborales, como se extrae de los datos de Eurostat. Devolder señala que en España se hace “más bien poco” para incentivar la natalidad, aunque reconoce que el tema de incentivos públicos es “complicado”. En países de nuestro entorno, como Francia, Reino Unido o Países Bajos, la fecundidad es entre el 20%y el 40% más elevada que en España. “Todo el mundo coincide en que las políticas públicas puestas en marcha por esos países han facilitado el número de nacimientos”, apunta el profesor.
Pero, ¿qué problemas puede conllevar una baja tasa de natalidad? “Incide obviamente sobre el crecimiento de la población (que se vuelve negativo rápidamente), problemas de estructura demográfica (envejecimiento de varios tipos)”, apunta Daniel Devolder. Para la economía, hay problemas de varios tipos: menos estudiantes en las escuelas, menor consumo asociado a los niños y jóvenes, descenso de la productividad, aumento de la tasa de ahorro en previsión de la jubilación y crecientes tensiones sobre el sistema público de pensiones y la Seguridad Social. “Todo bastante complejo”, sentencia Devolder.