MADRID, 17 (EUROPA PRESS - David Gallardo)
Hubo un tiempo en el que realmente pareció que Editors podían dar el salto hasta la parte alta de la pirámide social y musical. Principalmente con sus aclamados dos primeros discos, 'The black room' (2005) y 'An end has a start' (2007), que son precisamente los que más suenan en su actual gira de grandes éxitos con motivo de su quince aniversario.
Eran los primerizos años de revival post punk, con canciones ahora ya consideradas himnos por los suyos, como 'And end has a start', 'Bullets', 'Bones' o 'Escape the nest', que son las que abrieron y rompieron el frío en la noche de este lunes en el WiZink Center de Madrid para alborozo de 3.500 fans que llenaban el formato Ring para empezar la semana con el pie cambiado hacia el lado festivo de la vida. Con los puños en alto y los brazos bien abiertos.
El formato Ring del pabellón madrileño es el que funciona únicamente con la pista, sin graderíos, prueba palpable de que Editors se quedaron a medio camino en su ascensión social en algún momento, que bien podría ser cuando a partir del tercer disco -'In this light and on this evening' (2010)- dejaron de lado las guitarras épicas para adentrarse en tenebrosos y asfixiantes terrenos electrónicos.
Aunque congregar a 3.500 personas quince años después de tu álbum de debut también demuestra otra cosa: Que Editors viven bien como solvente clase media. Puede que no sea lo suyo para multitudes infinitas, pero disfrutan de un estatus en última instancia envidiable y que les permite desarrollar una carrera de largo recorrido gracias a la solemne comunión con los suyos, entregados a la causa con ceremonioso gozo.
Comandados por el carismático (y lacónico, pues dice gracias y ya, aunque los escorzos los clava) Tom Smith, los británicos no se andan con chiquitas y tras el apabullante póker inicial van picando aquí y allá en la oscuridad de su discografía, de la que escogen la robustez hinchada de 'Sugar', la rave desatada de 'Papillon' - más de uno y más de dos van a salir olvidando dramáticamente que es lunes- o temas nuevos como la hipnosis electrónica y maquinera de 'Frankenstein' -perteneciente a su reciente recopilatorio 'Black gold' (2019)-.
Tras un pasaje acústico para el avituallamiento generalizado, la velada cabalga sin frenos hacia la victoria irrefutable al encadenar la banda, con sonido musculoso y eficacia probada, temas como 'Spiders', 'A ton of love', 'Formaldehyde', 'All Sparks', 'Blood' o 'Fingers in the factories'. Un tramo frenético que constata lo variopinto de su propuesta, con inevitables ecos a la vieja escuela de Joy Division, Echo & The Bunnymen o los mismísimos U2 o Depeche Mode.
Claro que aún queda un bis añejo para dejar los ánimos bien arriba. A saber: 'The racing rats', 'Munich' y toda la pomposidad imaginable en 'Smokers outside the hospital doors'. Tres composiciones sobresalientes que poco tienen que envidiar a aquellos coetáneos Coldplay o Muse que, en la primera década del siglo, también aspiraban a un ascenso social que sí consiguieron -otros como Interpol o White Lies también se quedaron cortos-.
Cada cual siguió su propio camino, en ocasiones con bifurcaciones imposibles, pero la cuestión es que estos cinco siguen aquí (diferencias obvias y similitudes aparte) haciendo canciones y defendiéndolas en vivo ante más o menos público.
Y en la noche de este lunes, Editors reivindicaron durante cerca de dos horas y con determinación su legado repartido en seis discos de estudio y un recopilatorio que es, efectivamente y como su título indica, oro negro ('Black gold'). Y todo lo demás es circunstancial porque la noche antes los Jonas Brothers metieron a 15.000 personas en este mismo WiZink. Claro que ellos son celebridades de Disney, es decir, otra cosa.