Antonio Papell | Bolsamania | 31 ago, 2016 07:26 - Actualizado: 31 ago, 2016
En democracia, los fracasos, para que resulten digeribles, han de ser espontáneos e imprevistos, porque se piensa que siempre el sistema tiene recursos para sacarnos de ellos. Pero cuando, por algún defecto funcional o sistémico, se repiten y dejan una estela de ‘déja vu’, generan frustración y melancolía. Esta ha sido la sensación que ha derramado sobre el auditorio (seguramente escaso) el discurso de investidura de Mariano Rajoy, a medio camino entre el posibilismo y la fatalidad.