Libre mercado vs proteccionismo
La idea es que el proteccionismo es la única manera de hacer frente a los vaivenes del libre mercado
La fragilidad de las cadenas de suministros, un incremento en las amenazas a la seguridad nacional, la transición energética y la crisis por el aumento del coste de vida ha demandado acción por parte de los gobiernos. El problema es que muchos gobiernos han optado como única respuesta por el proteccionismo.
Hoy, los defensores del libre comercio y de relegar al gobierno a un papel modesto no sólo no son populares si no que ni siquiera aparecen en el debate político cuando no hace tanto, menos de ocho años, Barack Obama intentaba crear un gigante pacto comercial en el Pacífico.
La nueva “ola política” se basa en la idea de que el proteccionismo es la única manera de hacer frente a los vaivenes del libre mercado. El éxito económico de China se esgrime como ejemplo a imitar en occidente, donde la pandemia dejó a muchos cuestionando la idoneidad de unas cadenas de suministros globales.
El proteccionismo lleva asociado siempre un aumento del gasto público en el que las empresas se benefician de subvenciones para impulsar las políticas gubernamentales, como puede ser la transición energética, y para garantizar el suministro de bienes estratégicos. E inevitablemente esto se traduce en una mayor regulación.
El problema es que el combo entre proteccionismo, aumento del gasto público y exceso de regulación tiene un coste importante. La mutualización de los riesgos es una función esencial del gobierno, pero no sirve para todos los riesgos. Para que el mercado funcione tiene que haber consecuencias, tanto negativas como positivas.
En contra del imaginario colectivo, el Covid y la guerra de Ucrania han demostrado que los mercados lidian mejor con los shocks que los planificadores. El comercio global afronto fuertes oscilaciones en la demanda del consumidor y salió airoso mientras que los mercados dominados por los estados, como el chino, sufrieron grandes pérdidas.
Es difícil luchar contra el proteccionismo principalmente porque a la gente le encanta gastar el dinero que no es suyo. A medida que los presupuestos gubernamentales aumentan, los interesados que se alimentan de ellos aumentarán en número e influencia entrando en un círculo vicioso del que es difícil salir.
Eventualmente alguna crisis evitable o algún cisne negro acabará con esta tendencia y entonces tendremos que volver a crear unas reglas comunes de juego en un mundo más peligroso, interconectado y fraccionado que antes. No será fácil pero tampoco será la primera vez que pasa.