La nota política | Grecia: alevosía y sumisión

Es probable que se hayan roto determinadas fibras del engrudo continental que serán difíciles de restaurar

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Bolsamania | 13 jul, 2015

El pacto conseguido esta madrugada entre Grecia y la Eurozona salva la integridad del euro y del proyecto europeo pero los firmantes se han dejado demasiados pelos en la gatera. El tono del debate, que ha terminado en una drástica imposición de condiciones a Grecia por parte de Alemania, ha sido descarnado y brutal, y es probable que se hayan roto determinadas fibras del engrudo continental que serán difíciles de restaurar.

La irritación de Alemania ante la conmovedora bisoñez de Tsipras, que pensaba que movería las sólidas posiciones europeas con la fuerza ínfima de un improvisado referéndum, es comprensible, pero la ira de la señora Merkel se ha desbordado en demasía y puede decirse que, finalmente, las condiciones han sido claramente humillantes para los griegos. La conminación a aprobar nuevas reformas legislativas en 72 horas, la exigencia de que sean retiradas determinadas decisiones ya adoptadas en lo que va de año –la reapertura de la televisión estatal- y, sobre todo, la creación de un fondo por valor de 50.000 millones de euros al que Grecia transferirá sus activos privatizables, que sirva de garantía del tercer rescate, que será gestionado desde Luxemburgo y cuyos beneficios contribuyan a reducir la deuda, entre otros objetivos, exceden de lo razonable y hacen de Grecia y país paria cuya soberanía no sólo se ha transferido parcialmente (como las de los demás socios de la Eurozona) sino que se ha enajenado completamente.

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"Una vez doblegada la voluntad de Grecia, no era necesaria la humillación, que más bien parece un arma que utilizará Merkel para vencer la resistencia de su propio partido"

En defnitiva, una vez doblegada la voluntad de Grecia, no era necesaria la humillación, que más bien parece un arma que utilizará Merkel para vencer la resistencia de su propio partido y aplacar a la opinión pública alemana por mantener al país heleno en la Eurozona.

Tsipras, por su parte, ha dado la impresión de ser un tarambana, que sólo a última hora ha comprendido lo que estaba en juego. No es fácil conciliar el arrojo de romper la baraja y convocar un referéndum hace unos días con la sumisión mostrada ahora ante sus socios, que lógicamente habrá terminado de exacerbar los ánimos de sus correligionarios más radicales y que será muy difícil de entender por la opinión pública griega. Como mínimo, Tsipras, tras firmar el acuerdo, debió haber convocado en el acto elecciones anticipadas en su país. Algo que terminará haciendo pero que hubiese sido deseable vincular a la aceptación de las leoninas condiciones que se le han impuesto.

De hecho, lo lógico sería que las fuerzas políticas griegas se adhirieran cuanto antes a un plan de gobierno de concentración, tras unas elecciones generales, para gestionar todas juntas el difícil camino hacia la salvación nacional.

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