Análisis | Rajoy, a punto de investidura
El presidente en funciones, un personaje a menudo hermético, ha mostrado hoy una disposición positiva
- Las etapas con gobiernos apoyados por mayorías absolutas no son fecundas ni creativas porque los gobiernos manejan a placer su propia hoja de ruta
- La incógnita en este momento viene dada por la posición del PSOE, descabezado y confuso, que ha parecido desorientado y sin pulso
El presidente en funciones, Mariano Rajoy, que como estaba previsto ha perdido la primera votación por 170 votos frente a 180, se halla a cuarenta y ocho horas de su investidura definitiva, que se producirá este sábado si no se interpone una hecatombe. Y el desarrollo de la larga sesión parlamentaria que acaba de concluir ha resultado muy ilustrativo en lo que concierne a las expectativas que suscita la legislatura que va a comenzar. Porque Rajoy, un personaje a menudo hermético, ha mostrado hoy una disposición positiva que augura, dicho sea con las reservas oportunas, un proceso político fecundo que bien podría durar los cuatro años del mandato institucional.
Como ya había ocurrido en la etapa previa a la investidura mientras el PSOE implosionaba y terminaba tomando la decisión de permitir al líder del PP formar gobierno para poner término a un bloqueo que duraba ya diez meses y evitar de paso unas terceras elecciones, Rajoy se ha mostrado plenamente consciente de su posición. Con sus 137 diputados, necesitará apoyo en todas sus decisiones parlamentarias, y ni siquiera el respaldo de sus socios oficiales, Ciudadanos y Coalición Canaria, será suficiente para conseguir la mayoría necesaria, que dependerá en muchas ocasiones del PSOE. Pues bien: el presidente del gobierno in pectore está decidido a buscar los necesarios consensos, y aun a proponer varios pactos de Estado, con lo que se aprovecharía una oportunidad histórica.
Las etapas con gobiernos apoyados por mayorías absolutas no son fecundas ni creativas porque los gobiernos manejan a placer su propia hoja de ruta y no sienten el acicate de la presión parlamentaria. De ahí que esta legislatura a punto de arrancar sea una ocasión de oro para llevara a cabo tareas de modernización que requieren amplio consenso. De momento, Rajoy ha enunciado ya varias, y entre ellas un gran pacto educativo –es la primera vez que el PP reconoce la necesidad de sacar la educación de los vaivenes electorales- y un nuevo sistema de financiación autonómica que –y esto es lo relevante- permita buscar un modelo más avanzado de solidaridad interterritorial. Es evidentemente una manera de decir que el PP está dispuesto a analizar las reivindicaciones legítimas que tienen Cataluña y otras comunidades ricas (Valencia, Baleares), lógicamente en el estricto marco constitucional. Para estos fines, Rajoy ha anunciado la convocatoria de una reunión de Presidentes autonómicos en el Senado, que servirá para fijar posiciones y arrancar este proceso multilateral que ha reequilibrar sensatamente el conjunto.
La radicalización de Podemos, empeñado en mantenerse en el nicho que siempre ha representado Izquierda Unida, hace que no pueda ocupar el centro-izquierda
El personaje Rajoy de las mayorías absolutas, prudente, evasivo y gris, parece haber desaparecido de escena en esta coyuntura mucho más compleja para dar paso a otro personaje más irónico e ingenioso que, por ejemplo, ha laminado literalmente y sin alzar la voz a un muy agresivo Pablo Iglesias que se ha quedado sin argumentos entre el jolgorio general de la cámara. Es de desear que este Rajoy más activo, que se rodeará seguramente de un equipo ministerial también dialogante y abierto (no tendría sentido otra cosa) mantenga este talante y encuentre receptividad en sus interlocutores.
La incógnita en este momento viene dada por la posición del PSOE, descabezado y confuso, que ha parecido hoy desorientado y sin pulso. Ha sido de entrada un error encomendar a Antonio Hernando la portavocía socialista, con el encargo de exponer y justificar la nueva disposición del PSOE a facilitar la investidura. Es claro que quien durante diez meses ha justificado el “no es no” con pertinaz insistencia, no es la persona más adecuada para cantar la ventajas de la opción contraria. De cualquier modo, es urgente que el PSOE adquiera consistencia y liderazgo cuanto antes porque su papel ha de ser esencial en el inmediato futuro. En los presupuestos del Estado para 2017 sin ir más lejos.
De momento, la principal dialéctica en el hemiciclo ha sido la mantenida entre el PP y Podemos, por incomparecencia –relativa— del principal partido de oposición. Si ésta fuera la tónica, el bloqueo resultaría inevitable, pero afortunadamente –entiéndase bien el adverbio- el populismo, de la mano de Pablo Iglesias, opta por la radicalización, lo que lo excluye como actor político decisivo en el proceso político constitucional. Rajoy, mordaz, ha dado hoy al líder de Podemos la puntilla de la forma más elocuente: ha dicho temer que el joven conductor de los indignados se esté equivocando de estrategia al tener que admitir que sus bases optan por la manifestación de callejera en lugar de respaldar la representación institucional que el propio Iglesias representa. ¿No será que se manifiestan porque no se fían de la eficacia de su papel en el parlamento?, ha venido a decir maliciosamente Rajoy.
La radicalización de Podemos, empeñado en mantenerse en el nicho que siempre ha representado Izquierda Unida, hace que no pueda ocupar el centro-izquierda, lo que da al PSOE la oportunidad de reconstruirse para mantenerse en él. En realidad, el futuro de la legislatura depende en gran medida de la capacidad del PSOE para reconstruirse, para recuperar la iniciativa y para participar en el proceso político con sensatez y sentido común. Porque si vuelve a ser la principal oposición, su papel consistirá en modular la acción gubernamental y no en obstaculizarla, con lo que el país podrá seguir avanzando con normalidad.
Antonio Papell