Análisis | Mas, un demagogo amortizado
Si el Parlament no interpreta correctamente esta realidad de fondo, podemos estar en puertas de una colisión nefasta
- Todo indica que bastará un viento tenue para barrer la locura fanática
Actualizado : 20:34
El discurso de Mas, pronunciado ayer en medio de un clima gélido en su propio partido –toda la prensa catalana se ha hecho eco del rostro muy serio de la mayor parte de sus consejeros, disconformes con el seguidismo del nacionalismo moderado con respecto a la CUP-, no tuvo un solo ápice de ‘grandeur’.
Fue un dechado de demagogia, con tintes de mal disimulado oportunismo, todo ello aderezado con el pesimismo de quien se sabe derrotado y es consciente de que la derrota le sitúa fuera del escenario político, en una prejubilación forzosa que no tiene retorno porque ha retorcido la realidad hasta tal punto que sus propios fundamentos se han desmoronado.
El discurso de Mas, quien hoy no saldrá investido, ha incluido un patético intento de justificar la legitimidad de la ‘desconexión, de la decisión pintoresca y rudimentaria de echarse al monte, gracias a un apoyo social que solo existe en la voluntad y en la imaginación de los independentistas. Dígase lo que se diga, el soberanismo sólo alcanzó el 48,7% de los votos en un recuento electoral instado y materializado el 27S por ellos mismos, y con un resultado todavía más cercano al 50% -el 49,42%- el Parti Quebecois fue derrotado en el referéndum de 1995, derrota que, lealmente reconocida, supuso en la práctica el final de la pulsión separatista.
LO QUE NO INCLUÍA...
Pero hay aún más marrullería en la argumentación, como pone de manifiesto hoy La Vanguardia en un buen editorial que redime al periódico de derivas anteriores: la propuesta electoral de Junts pel Sí no incluía “el veloz advenimiento de la ‘republica catalana’, expresión voluntariamente ignorada en el programa”… “De haber incluido la resolución aprobada ayer en el programa –sigue diciendo el rotativo-, Junts pel Sí estaría hoy quizás por debajo de los sesenta diputados. El 27 de septiembre, la sociedad catalana no votó mayoritariamente ruptura exprés. Si el Parlament no interpreta correctamente esta realidad de fondo, podemos estar en puertas de una colisión nefasta para la autonomía de Cataluña tal como hasta hoy la hemos conocido”.
Mas ha intentado a la desesperada ganarse el voto de la CUP por procedimientos pueriles y ruines: si no se forma ahora gobierno –ha dicho-, el ‘proceso’ quedará cuando menos paralizado… Y para seducir a los anarcocomunistas, en las antípodas ideológicas de lo que ha sido CiU, ha exhibido una panoplia de medidas sociales que tendrían sentido si provinieran de una decantación sincera y no del oportunismo a que obliga la necesidad actual.
Todo indica que Mas no será investido tampoco el jueves, en que necesitaría sólo mayoría relativa, por lo que dilema se reduce a aceptar otro candidato que goce de la confianza de la CUP –la vicepresidenta Munté o el cabeza de lista Romeva- o ir a nuevas elecciones en marzo… que previsiblemente supondrían el gran desplome de CDC, aunque ya en las próximas generales el 20D wel viejo partido de los Pujol renuncie a estas desgastadas siglas y se oculte tras otras distintas.
El clima en Cataluña está, en definitiva, muy lejos de la euforia, y todo indica que el desánimo cunde en la cúpula dirigente del gran desaguisado, que hoy se ha desayunado con la clara petición de rectificación de La Vanguardia, el periódico que había tratado de acompañar el proceso y que sin embargo no ha tenido más remedio que desmarcarse del estallido final, que es una especie de festival macabro organizado por la CUP, minoritaria y marginal. Muy marginal con respecto al gran núcleo central del a sociedad catalana.
La firmeza de Madrid es inexorable y ha de manifestarse con urgencia, pero todo indica que bastará un viento tenue para barrer la locura fanática de quienes –cada vez está más claro- quieren hurtarse cuanto antes al escrutinio de la Hacienda y de la Audiencia Nacional españolas.
Antonio Papell
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