¿Subirán a la par las acciones y los bonos este 2022? Esto dicen en Schroders

La correlación entre ambos ha sido negativa en los últimos años

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Bolsamania | 03 mar, 2022

Durante los últimos 20 años, se ha producido una correlación negativa entre la rentabilidad de las acciones y la de los bonos. Así, cuando una aumenta, la otra disminuye. Esto, según los analistas de Schroders, ha permitido a los inversores reducir los riesgos con carteras multiactivos, limitando también las pérdidas durante las crisis. Sin embargo, ahora se preguntan si esto seguirá así durante los próximos meses, con un entorno tan volátil a causa de la alta inflación.

Para explicar por qué se producen estos movimientos, hay que atender a las referencias macroeconómicas, que en las últimas semanas están en boca de todos por el alto nivel de los precios y la consecuente presión sobre los bancos centrales para acelerar la reducción de los programas de recompra de activos y subir los tipos lo más pronto posible.

LAS SUBIDAS DE TIPOS

Precisamente, este último extremo tiene un impacto negativo tanto para la renta fija como para la variable, en el mismo sentido, puesto que cualquier incremento aumenta el tipo de descuento aplicado a los flujos de caja futuros, según estos expertos. "Si bien esto perjudica a los precios de los bonos, el impacto en los precios de las acciones es más ambiguo y dependerá (entre otros factores) del grado de apetito de los inversores por el riesgo", matizan.

Es por ello que en momentos así, los inversores exigirán una prima de riesgo más alta para compensar la incertidumbre sobre la obtención de futuros beneficios, lo que supone un efecto negativo para los precios de las acciones. En cambio, si suben los tipos a la vez que disminuye la incertidumbre sobre la economía, el interés por los activos de riesgo debería aumentar. "En general, grandes fluctuaciones en los tipos de interés añaden un plus de incertidumbre a la economía al dificultar la planificación de los consumidores y las empresas de cara al futuro, lo que a su vez reduce el apetito por el riesgo de los inversores", explican.

LA INFLACIÓN

En cuanto a las subidas de los precios, estas afectan de forma negativa a los bonos, puesto que el pago de intereses pierde valor a medida que crece la inflación, lo que hace que los rendimientos suban y los precios de los bonos bajen para compensar.

Mientras, el informe señala que en las acciones el efecto es menos evidente, puesto que en teoría debería traducirse en una subida de los ingresos nominales y, por tanto, un impulso en el precio de las cotizaciones. Por otra parte, el mercado puede desconectar esos beneficios futuros a una tasa más alta cuando la inflación aumenta, ya que su valor es inferior al actual.

"Por lo tanto, lo que determina el comportamiento de la renta variable en un entorno de aumento de inflación es el impacto neto de los mayores beneficios nominales esperados frente a los mayores tipos de descuento", explican, señalando que el descuento empieza a influir cuando las tasas son del 3% anual a cinco años vista.

Cuando la predisposición al riesgo es menor, los inversores venden acciones y compran bonos para protegerse de las caídas, un comportamiento que es contrario cuando el apetito por el riesgo es alto. Esto es el conocido como "risk on" y "risk off", que hace que las primas de riesgo de la renta variable y la fija difieran.

Sin embargo, cuando el apetito por el riesgo es escaso porque el mercado está preocupado por la ralentización del crecimiento y la alta inflación, la temida estanflación, puede que opten, según estos expertos, por el efectivo, lo que induce una correlación positiva entre las primas de riesgo de las acciones y los bonos. "Esto es exactamente lo ocurrido durante la década de 1970, cuando la economía estadounidense se enfrentaba a dificultades económicas y a altos niveles de inflación", apuntan.

POLÍTICAS PROCÍCLICAS

"Los beneficios empresariales y los tipos de interés son uno de los principales factores que determinan las correlaciones entre las acciones y los bonos a largo plazo. Es decir, los beneficios están relacionados positivamente con los precios de las acciones, mientras que los tipos de interés están relacionados negativamente con los precios de las acciones y de los bonos", argumentan.

Por ello, en igualdad de condiciones, el aumento de las ganancias se mueve en la misma dirección que los tipos y compensa el efecto de descuento. Las acciones y los bonos deberían tener, en este caso, una correlación negativa, según Schroders.

"Si asumimos que los beneficios están influidos por el crecimiento económico a largo plazo, entonces las relaciones positivas entre el crecimiento y los tipos deberían corresponder a una correlación negativa entre la renta variable y la renta fija, y viceversa", explican.

Por ello, si se suben los tipos cuando el crecimiento económico es sólido, un movimiento conocido como política anticíclica, la correlación es positiva entre la renta variable y los bonos, mientras que cuando se suben los tipos y el crecimiento es débil (política procíclica) ésta es negativa.

"Los cambios en los regímenes de política monetaria están estrechamente relacionados con la variación de las correlaciones entre las acciones y los bonos. Por ejemplo, el régimen de política monetaria anticíclica de 1950 a 1970 coincidió con correlaciones negativas entre acciones y bonos. En cambio, la política monetaria procíclica de 1970 a 2000 coincidió con correlaciones positivas entre las acciones y los bonos", señalan.

En el contexto actual, el informe de Schroders concluye que hay algunos factores que han favorecido esa correlación negativa que están desapareciendo. "En concreto, la inflación ha subido a máximos de varias décadas y se puede decir que sus perspectivas son también muy inciertas. Esto podría suponer una mayor volatilidad de los tipos a medida que los bancos centrales retiren los estímulos para enfriar la economía", explican.

Es por ello que la correlación entre la renta variable y la fija debería, cuanto menos, "cuestionarse" en el escenario actual.

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