ICO vs. OPV, una forma de financiación más económica que salir a Bolsa

El grupo de inversión Chimera plantea la primera emisión de criptodivisas ligadas a activos propios

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Bolsamania | 08 abr, 2018

La ‘fiebre’ de las ICOs contagia a todos, no sólo a las 'startups'. Con la aparición de este disruptivo método de financiación, los emprendedores pueden acceder a grandes cantidades de crédito mediante promesas de un éxito futuro, o simplemente beneficiados por la espiral especulativa que rodea las fichas digitales en su ascenso a la fama reciente. Pero si el método funciona para negocios recién nacidos, por qué no para empresas maduras.

El grupo de inversores Chimera, liderados por el fundador de la minera Colt Resources Middle East, Shahal Khan, planea recaudar fondos a través de la emisión de un token propio en su asalto a la compra del icónico Hotel Plaza de Nueva York. El ‘plaza token’ actuará como un 'security token' respaldado por activos del propio inmueble, según han apuntado fuentes cercanas al proyecto a 'CNBC'. Una operación que perseguirá desbloquear la situación de Sahara Group, dueño mayoritario del Plaza, que trata de manera desafortunada vender su participación desde hace meses.

Y de confirmarse la ICO, un nuevo escenario se presenta para aquellas compañías deseosas de acceder a los mercados de capitales. Criptodivisas respaldadas por patrimonio propio. Algo similar ocurre entre semana en los parqués mundiales, aunque el camino a seguir por sendas alternativas es diferente.

El grupo de inversión Chimera plantea emitir 'plaza tokens' respaldados por los activos del Hotel Plaza para financiar su compra

La emisión de una criptodivisa propia es un ejercicio costoso, pero sobre todo complejo. Bajo una tecnología que pocos agentes dominan, generar confianza en la inversión es imprescindible. “Es muy importante que el equipo detrás del proyecto sea totalmente transparente y que establezca medidas que ofrezcan seguridad a los inversores antes, durante y después de la ICO”, señala a 'Bolsamanía' Álvaro Bernabéu de Yeste, analista de negocio de A.T. Kearney.

La creación de un ‘White Paper’ -o ‘papel en blanco’ en su traducción al castellano- con una función similar a la que cumple el ‘Equity Story’ de cualquier Oferta Pública de Venta (OPV) es uno de los primeros pasos a seguir en la formalización de una ICO, y el único gratuito.

Los desarrolladores de estos contratos inteligentes que mercadearán el nuevo token frente a los inversores son escasos. Los más exitosos han obtenido mayores beneficios desarrollando su propia ICO que trabajando para apoyar el resto. Y de aceptar el proyecto, el sueldo no es modesto ni tradicional en su método de pago. Plataformas como Ethlance, una especie de Linkedin para desarrolladores de cadenas de bloques, arroja salarios cercanos a 200 dólares por hora, aunque no especificados en ‘billete verde’, ya que cobran en ‘ether’. Así, durante la escritura de código de una duración mínima de un mes, el coste ascendería a 50.000 dólares por desarrollador.

Un trabajo de programación que no finaliza con la creación de una red blockchain y que continúa con la creación del ‘Crowdsale Smart Contract’, un contrato inteligente que especifica el modo de distribución de las fichas durante el periodo de duración de la ICO. Un proceso cuya duración dependerá de la complejidad del método de emisión y de su minado. Validación y registro de los intercambios que también incurre en costes.

“En momentos de mucho tráfico, los mineros eligen qué transacciones validar en función de la recompensa que obtengan”, explica Bernabéu de Yeste

Actualmente existen dos métodos principales de validar transacciones, mediante el nivel de inversión o mediante soporte. Fichas digitales como bitcoin o ether se apoyan en el segundo. Los denominados mineros registran cada transacción realizada dentro del sistema de manera descentralizada. A través de su trabajo, la red asegura la ausencia de intercambios fraudulentos, pero su alta necesidad de energía aumenta el coste. “Cada computación que ocurre como resultado de una transacción en Ethereum incurre en una comisión. Ésta es pagada en fichas de tal criptomoneda y se denomina comúnmente como ‘gas’”, explica Bernabéu de Yeste. “En momentos de mucho tráfico, los mineros eligen qué transacciones validar en función de la recompensa que obtengan”, añade. Por lo que, de sobrecargar la blockchain, la emisión puede encarecerse ante una limitada capacidad de admitir todas las operaciones.

La otra opción es que este proceso se sortee entre aquellos mineros dispuestos a 'pujar'. Ante la eliminación de una competencia global por realizar el proceso de validación y registro, un menor poder computacional es necesario para ganar esta 'carrera', lo que reduce en gran medida los costes. Este método conocido como 'Proof of Stake' o POS se encuentra aún en periodo de prueba, aunque Ethereum ya ha comentado su intención de aplicarlo en el futuro.

Los contratos inteligentes no pueden ser modificados una vez son creados, por lo que es esencial encontrar posibles problemas antes de su aplicación. “En el pasado ha habido numerosas vulnerabilidades en los códigos que han hecho perder millones de dólares a los inversores simplemente porque no los auditaron en busca de errores”, añade el analista de A.T. Kearney. Un coste más a añadir en el objetivo de presentar una ICO.

Y por último, todo este trabajo debe publicitarse. Sin una campaña de marketing adecuada y el interés de inversores, todo el trabajo realizado puede fracasar. Un proceso muy similar al necesario durante la formulación de una OPV; los costes en este sentido pueden ser similares.

La alternativa a salir a Bolsa, por lo tanto, existe. En una recaudación similar a la que Chimera pretende realizar por valor de 375 millones de euros, tan sólo las comisiones de intermediarios financieros y legales supondrían unos costes de alrededor de 15 millones (4%) para la compañía ávida de presentarse en el parqué. La comparación no es exacta, pero si el mercado avanza hacia la experimentación de criptomonedas respaldadas por patrimonio propio y bajo un marco regulatorio más exacto, aún por debatir, el dilema está sobre la mesa.

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