Incertumbre, parálisis política, parlamento colgado... son los calificativos más empleados para describir el escenario al que se enfrenta Francia tras la primera vuelta de las elecciones legislativas que deja a la extrema derecha lejos de la mayoría absoluta, pero que también complica la posibilidad de un eventual Gobierno de coalición moderada. Lo que sí está claro es que, independientemente del resultado final, dirigir la economía del país galo será una tarea complicada.
"Los resultados de la primera vuelta ocultan una gran incertidumbre sobre la composición final del parlamento francés. Esto genera un número inusualmente alto de contiendas a tres bandas por los escaños parlamentarios, dificultando enormemente las previsiones: tradicionalmente, el líder de la primera vuelta gana una gran parte de las circunscripciones en la segunda vuelta, pero esto resulta menos claro en esta ocasión", explican en Lombard Odier.
El resultado final dependerá de cómo los partidos de centro e izquierda decidan presentar sus candidaturas en la segunda vuelta, que tendrá lugar el 7 de julio. Históricamente, los partidos políticos franceses se han coordinado para bloquear el acceso al poder de la extrema derecha. "El factor crucial es la estrategia de segunda vuelta del centro y la izquierda, y el resultado de las negociaciones entre ellos", matizan desde la gestora.
La pregunta clave ahora es cómo elegiría gobernar el 'Rassemblement National' (RN) de Marine Le Pen ante una posible victoria. ¿Adoptarían un enfoque confrontacional y romperían con la Unión Europea en temas como el presupuesto? ¿O adoptarían un enfoque más conciliador, similar al del gobierno de extrema derecha italiano de Giorgia Meloni, acercándose al centro político en muchos temas?
"Los mercados financieros han anticipado la posibilidad de un entorno político francés paralizado desde que el presidente Macron disolvió la asamblea hace tres semanas. La diferencia entre los OATs franceses a 10 años o 'Obligations assimilables du Trésor' y los Bunds soberanos alemanes se amplió tras la decisión de disolver el parlamento, mientras que el índice CAC40 francés cayó un 6.5% durante el mes de junio, y el euro registró su mayor caída en un año frente al dólar. Tras los resultados de la primera vuelta, estos movimientos del mercado se han revertido parcialmente", analizan Lombard Odier.
Por otro lado, forjar una amplia alianza entre los moderados de izquierda y el centro-derecha, con los macronistas como columna vertebral, probablemente sería muy frágil, ya que la probabilidad de que RN y la extrema izquierda obtengan más de 289 escaños juntos parece alta.
"Esto significa que cualquier gobierno basado en esa 'federación de moderados' estaría constantemente en riesgo de ser detenido por una moción de censura apoyada por los dos grupos extremos, por ejemplo, para rechazar un presupuesto. Existen herramientas institucionales para hacer frente a este tipo de configuraciones, pero dirigir la economía seguiría siendo engorroso", afirma Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM.
EL PAPEL DEL BCE
A la espera del resultado final de las elecciones francesas, ha surgido un debate sobre la capacidad del Banco Central Europeo (BCE) para prestar ayuda en caso de perturbación del mercado. La atención se centra en el Instrumento de Protección de la Transmisión (TPI), en virtud del cual "el Eurosistema podrá realizar compras en el mercado secundario de valores emitidos en jurisdicciones que experimenten un deterioro de las condiciones de financiación no justificado por los fundamentales específicos de cada país".
"A nuestro entender, la política económica debe formar parte de esos fundamentos. Hablando claro, un Gobierno difícilmente podría esperar beneficiarse de la intervención del BCE si el mercado está respondiendo racionalmente a decisiones políticas concretas que probablemente deterioren la trayectoria de su deuda pública. Este punto se ve respaldado por la referencia que se hace en la documentación a la evaluación de si las jurisdicciones que pueden recibir apoyo del ITP 'aplican políticas fiscales y macroeconómicas sólidas y sostenibles'", subraya Moëc.
En cualquier caso, el estratega considera que el BCE tendría un amplio margen de maniobra para activar o no el TPI. "El espíritu del TPI, a nuestro entender, es que un país con dificultades fiscales podría beneficiarse del apoyo del BCE, pero al menos tendría que mostrar cierta disposición a aceptar las instrucciones de Bruselas. Si un Gobierno obstinado en Francia los ignorara, el beneficio del TPI aún podría extenderse a los países periféricos para mitigar cualquier contagio", añade.
Con todo, hay que tener en cuenta que la documentación del instrumento deja claro que la activación del TPI tendría que ser "proporcionada", un guiño al Tribunal Constitucional alemán. En otras palabras, "tendría que quedar claro que la ampliación de los diferenciales está teniendo efectos macroeconómicos adversos significativos. El ministro de Finanzas alemán, Lindner, ya ha expresado sus reservas, por decir lo menos, sobre el uso de la herramienta. En nuestra opinión, el TPI estaría ahí para mitigar una crisis, no para cortarla de raíz", concluye Moëc.