¿Es Julio Guzmán el próximo presidente del Perú?
Para sus enemigos, Guzmán se ha convertido en el emperador de todos los males, pero como hay prueba de ello, como no le encuentran nada oscuro y apestoso y putrefacto, han decidido enfangarlo.
Julio Armando Guzmán Cáceres nació en Lima en julio de 1970, vive en un departamento del distrito limeño de San Isidro (en un departamento con el 401 estampado en la puerta) y ha declarado que sus ingresos totales anuales no superan los US$200,000.
A Julio Guzmán, candidato peruano a la presidencia del Perú, que asoma como el político que batirá espadas con Keiko Fujimori en segunda vuelta, le han dicho de todo en la prensa peruana desde que subió unos puntitos en los sondeos, que los políticos rechazan cuando les desfavorece.
Le han llamado el agente de Israel, improvisado e inexperto, el títere de Belcorp, el favorito del chef Gastón Acurio, el amigísimo de los empresarios y del think tank Macroconsult, miembro de un grupo de cabildeo que favoreció a una constructora, el sosias de Pedro Pablo Kuczynski, un producto diferente salido de los laboratorios de la derecha (por si falla Kuczynski), la carta bajo la manga del matrimonio Humala-Heredia y hasta lo han comparado, en redes sociales, con el terrorista Abimael Guzmán. Ahora último un medio electrónico, citando un supuesto comunicado oficial, lo ha acusado de copiar la estrategia de campaña de Podemos. David Perejil, secretario de relaciones internacionales de Podemos, desmintió esto enviándole un mensaje a Guzmán: “Como organización, Podemos no ha emitido ningún comunicado oficial. Se trata de un artículo con la opinión de personas, a nivel particular”.
En estos momentos, Guzmán solo espera que el partido político por el que postula —Todos por el Perú— no sea sacado de carrera por el Jurado Nacional de Elecciones, que hoy o el lunes decidirá su destino.
Ahora aparece Guzmán y se llama a sí mismo un hombre ni de derechas ni de izquierdas sino de centro. Pero Guzmán es un chocolate aún envuelto.
Para sus enemigos, Guzmán es el emperador de todos los males, pero como no hay prueba de ello, como no le encuentran nada oscuro y apestoso y putrefacto como a otros candidatos (plagios académicos y cócteles en los que participan donantes anónimos), han decidido enfangarlo. Hasta el momento, la estrategia del runrún y el periodicazo les ha jugado en contra. “Solo soy uno de los 432 Julio Guzmán registrados en el Reniec”, respondió el político peruano en su página oficial de Facebook hace unos días.
Julio Guzmán, que se anuncia como el diferente, ha tenido traspiés en su carrera a Palacio. Dijo que su partido de la antorcha morada “no va a mantener la consulta previa”. Luego admitiría, tras miles de críticas y de insultos en la red, que “se le chispoteó”.
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A pesar de ello, Guzmán es ahora el cuchillo carnívoro de la sonrisa amplia en la política peruana, en la que la fauna de agrupaciones políticas, que nacen como hongos y mucho dinero de sombrío origen en los últimos años, han demostrado ser como esos chocolates en cuyo interior no sabes lo que hay: si un chocolate con cáscara de izquierdas relleno de cremosa derecha o al revés.
Las gentes que votaron por Ollanta Humala en el 2011 eran de izquierdas. Pero Humala se sometió a los designios de la Confiep y de los hombres con millones. Keiko Fujimori también ha cambiado su discurso, lo mismo ha hecho Kuczynski, quien apoyó a Keiko Fujimori en el 2011, y ahora la llama, con precisión, la hija del dictador. Ahora aparece Guzmán y se llama a sí mismo un hombre ni de derechas ni de izquierdas sino de centro. Pero Guzmán es un chocolate aún envuelto.
Pasado
Guzmán es producto del amor (o del aburrimiento) de un profesor de Matemáticas y de una arquitecta. Esta pareja crio doce hijos. A Julio Guzmán, el penúltimo, sus padres lo enviaron a la Recoleta, un colegio privado para las clase media alta limeña, ubicado en los suburbios del distrito de la Molina, gracias a una beca, desde 1977 hasta 1987. Allí culminó la primaria y la secundaria. Según recuerda Guzmán, él era “el pobretón del salón” que no tuvo nunca “una caja de colores o de plumones”. “¡Éramos doce!” Los abuelos maternos de Guzmán hablaban quechua, al menos la abuela. Estos nacieron en la zona montañosa de Celendín, ubicada en la sierra peruana, en Cajamarca. En Celendín está acantonado el proyecto minero de cobre Conga de la minera Newmont, al que los pobladores se oponen. Sus abuelos paternos provinieron del distrito de Anta, en el Cusco. Guzmán quedó huérfano de padre a los catorce años.
Julio Armando Guzmán Cáceres nació en Lima en julio de 1970 y meses cerca de cumplir 18 años ingresó a la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la que estudió Economía. Obtuvo el bachillerato en 1996. Guzmán afirma haberse pagado la carrera enseñando Matemáticas en su tiempo libre. Años después viajó a los Estados Unidos para estudiar dos cursos de posgrado en Políticas Públicas. Uno en la Universidad de Georgetown, en la que consiguió una maestría, y otro en la Universidad de Maryland, en la que obtuvo el Phd.
“No son los recursos naturales lo mejor que tiene el Perú sino su gente”, apostilla. “Tenemos que aprender a vivir de cerebro”.
En el 2009 consiguió un puesto en el Banco Interamericano de Desarrollo (“El sector privado no es para mí”, le dijo al autor de esta nota hace algunos meses), en los Estados Unidos. Allí ocupó el cargo de economista en Integración y Comercio, hasta que en el 2011 retornó al Perú para hacerse responsable del viceministerio de Mype e Industrias del Ministerio de la Producción peruano. Según el político, ocupando este cargo comprendió que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Según ha relatado Guzmán a diversos medios, abandonó este privilegiado puesto con un alto salario porque nada de lo que recomendaba se hacía. O se postergaba o se dejaba en el archivero. Luego tuvo un breve paso por la consultora Deloitte & Touche y aún uno más escueto como profesor universitario. A continuación retornó a la política, esta vez como secretario general del Consejo de Ministros de Ollanta Humala, en el que permaneció hasta el 2013, para luego hartarse otra vez de no ser escuchado. “Me cansé de quejarme”, reveló, y buscó un partido político por el que postular a la presidencia. “Cuando tú estás en el Gobierno, tú no decides, tú aconsejas; los políticos tienen la última palabra”. De allí que Guzmán quiso no solo sugerir sino decidir. De allí que decidió lanzarse a la política.
Presente
Julio Guzmán vive en un departamento del distrito limeño de San Isidro (en un departamento con el 401 estampado en la puerta) y ha declarado que sus ingresos totales anuales, figura en la ONPE, no superan los US$200,000. Tiene una deuda menor a los US$5,000 por el uso de una tarjeta de crédito y un auto CRV de la marca Honda del año 2009; además es un convencido de que las clases medias en Perú “están totalmente abandonadas”, a pesar de ser esta clase social, dijo, el motor de un país.
Guzmán no rechaza el libre mercado, que le ha dado tanto. No obstante, si es alérgico al uso que le han dado al libre mercado en Perú, en donde lo han entendido al revés, afirma. “El poder del libre mercado no es la acumulación de capital sino su capacidad para generar transformaciones”, dijo. “Ese es el secreto de la economía de mercado”.
Una de las frases que más daño le han hecho al país es “el Perú es un mendigo en un banco de oro”, cree Guzmán. Esta frase, atribuida al naturalista Antonio Raimondi aunque no se han encontrado pruebas de que lo haya dicho, hace alusión a los recursos naturales del país sudamericano, que son incontables. Pero para Guzmán, la élite peruana ha torcido el camino. “No son los recursos naturales lo mejor que tiene el Perú sino su gente”, apostilla. “Tenemos que aprender a vivir de cerebro”.
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