Almudena Mendaza, directora de ventas de Generali Investments para Iberia, señala algunas claves para diseñar carteras de inversión resistentes a este entorno aún frágil.
La llegada del 2023 no ha cambiado las cosas, pese al fuerte comienzo de los índices bursátiles con el nuevo año. Seguimos con las mismas dudas macroeconómicas: ¿cómo se comportará la inflación, un escenario que llevábamos años sin vivir?, ¿qué pasará con el crecimiento?
Parece que ya no hablamos de recesión, pese al amplio consenso de los observatorios y los líderes financieros. No podemos despejar aún la incógnita de la recesión. Otro factor para tener en cuenta son los tipos de interés. Perdura la incertidumbre sobre que los bancos centrales hayan acabado su ciclo de subida de tipos de interés, incluso la Reserva Federal de Estados Unidos. Por último, permanece un componente geopolítico, con la guerra en Ucrania que no ha terminado.
Sin embargo, los mercados presentan oportunidades. Por ejemplo, estamos viviendo un cambio de paradigma en la renta fija. Llevábamos sin hablar de renta fija y de adquirir crédito para nuestras carteras desde el año 2011. Es una noticia muy positiva pensar que, de nuevo, existe retorno positivo en los bonos corporativos. Después, se puede entrar al detalle: ¿de mejor o peor calidad crediticia? ¿Estados Unidos u otras geografías?
Sin embargo, resulta una realidad que asistimos a ese cambio, incluso en la renta fija gubernamental. Prestar dinero a los gobiernos vuelve a ser rentable, incluso en Europa. Sin embargo, esto no significa que no existan oportunidades en renta variable. Ahora bien, la diversificación sigue siendo la clave.
Pensamos que la renta fija es una oportunidad para inversores sobre todo conservadores, después del sufrimiento vivido en 2022. Pero si para construir una cartera bien diversificada merece la pena incluir renta fija, ¿por qué no aprovechar las oportunidades de la rena variable, incluso cuando tiene un escenario menos halagüeño? Habrá que ver los resultados de las compañías, que el año pasado se mantuvieron fuertes en casi todos los sectores. Prevemos una publicación algo negativa de las empresas para el primer semestre de 2023. Por esta razón, consideramos que será un año de volatilidad, pero no exento de oportunidades. Manejamos retornos de entre el 3% y el 6% en las Bolsas mundiales.
Existen dos caminos igual de válidos para apostar por la renta variable en estos momentos de mercado. El primero, para quienes estén fuera del equity en este momento, que consiste en ir construyendo poco a poco una posición en Bolsa. La segunda vía, pensando en quienes se mantuvieron firmes durante el chaparrón de 2022, consiste en mantener esa posición (tras la pérdida de valor del año pasado que arrastran los índices, el inversor en renta variable tiene una posibilidad real de recuperar buena parte de las ganancias este año). Una buena asignación de activos y la dosis correcta de diversificación sin duda permitirán llegar al final de 2023 con la sensación de que apostar por la renta variable habrá merecido la pena.
¿DÓNDE SITUAR LA BARRERA DEL RIESGO?
En cuanto a los bonos de empresa, esto es, el dinero que prestamos a las empresas para que se financien, preferimos calidad de inversión. Esto es debido a que los bonos corporativos de calidad están dando rentabilidades en torno al 4-5%, una rentabilidad que no se veía en los mercados desde hace más de 10 años. Por tanto, hay mimbres suficientes para no tener que decantarse por renta fija corporativa de peor calidad crediticia.
Actualmente, estamos infraponderados en bonos con calidad crediticia inferior, y la razón para ser cautos es sencilla: las tasas de impago aún son muy bajas, pero ese default tiene que subir en algún momento. De lo contrario, sería un síntoma poco saludable no ver una escalada de las tasas de impago en un ciclo de crédito. En nuestra opinión, vemos una tasa de impago en aumento, pero de forma sostenida y, sin duda, en ningún caso conllevará un colapso. En algunas carteras tendría que haber un default de un 15% para perder el 100% de la inversión. Esto ni siquiera ocurrió durante la crisis financiera de 2008.
Por tanto, la lectura y el mensaje deben ser positivos: habrá más impagos, con una dispersión de los pagos de cupón de unas y otras empresas. Las ineficiencias en el mercado son inherentes a los ciclos financieros, de forma que no todas las compañías pueden pagar eternamente cupones al 5% al inversor.
Por ello hay que ser selectivos en la deuda soberana, y esto se ve apoyado por nuestra preferencia por la calidad de inversión. No descartamos entrar en compañías con una estructura de capital menos sólida siempre que haya un buen análisis que lo respalde.
Desde el punto de vista de la renta fija pública, estamos más positivos en bonos americanos, porque van más adelantados en el ciclo. También empezamos a mirar a los bonos en Europa, más allá de que no sepamos si el BCE ha acabado la subida de tipos. Incluso la renta fija de los países periféricos -las letras del Tesoro de España y la deuda italiana- son ahora interesantes, siempre dentro de una cartera bien diversificada y con posiciones construidas poco a poco.