Las grandes bolsas están a la baja. El 2018 está dejando un reguero de pérdidas en el Ibex 35 (-12,6%), el EuroStoxx 50 (-9,8%) y el Nikkei 225 (-8,8%). En Estados Unidos, el S&P 500 también cae (-2%), aunque el Dow Jones resiste y el Nasdaq sube (un 4,6%). Ante este panorama, los inversores quieren huir de los parqués, pero los gestores les piden que aguanten.
En lo que va de año, el porcentaje de activos que tienen rentabilidad positiva es de tan sólo el 20%, niveles no vistos desde los años 70, según Bloomberg. Las únicas tres categorías que están en verde en 2018 son el índice de empresas tecnológicas Nasdaq, algunas materias primas y los préstamos apalancados en Estados Unidos.
Muchos son los clientes españoles que están demandando a sus asesores y banqueros que les quiten riesgo de las carteras. No soportan más pérdidas prolongadas. El entorno de bajos tipos de interés ha provocado que, en los últimos ejercicios y haciendo caso a los profesionales, clientes conservadores se volvieran (entre un poco y bastante más, según el caso) más arriesgados, para lograr exprimir así un pico extra de rentabilidad. Pero las correcciones generalizadas de las bolsas les está metiendo el miedo en el cuerpo y devolviendo a su punto de partida: poco riesgo, aunque no rente la cartera. Ahora toca preservar lo que queda.
Pero la teoría financiera y bursátil dice que, contrariamente, es ahora cuando más se debería invertir y, sobre todo, hacerlo a largo plazo. Desde 1976, los mercados han acabado con rentabilidades positivas la mayoría de los años, incluso después de registrar fuertes caídas a mediados de curso. En los últimos 43 años, por ejemplo, el S&P 500 ha terminado en negativo solamente 11 veces, por las 32 veces que ha cerrado en positivo, según Capital Group.
“Es casi imposible tratar de adivinar el comportamiento del mercado a corto plazo. La mejor estrategia es permanecer siempre invertido”, asegura Marta Campello, socia y gestora de Abante. En una presentación reciente del fondo Abante Equity Managers, recoge una estadística demoledora para los impacientes de la bolsa. Si se hubiera estado invertido en el S&P 500 de forma fija durante los últimos 20 años, el retorno anual hubiera sido del 9,8%. Pero, ¿qué hubiera ocurrido al salir y volver a entrar después?
PERDERSE LOS MEJORES DÍAS, UN GRAN HÁNDICAP QUE PUEDE SALIR A PAGAR
Si un inversor se hubiera perdido los diez mejores días del S&P 500 en esas dos décadas, su retorno anual ya descendería al 6,1%. De perderse los 20 mejores días, caería al 3,6%. Volvería a bajar al 1,5% tras perderse los 30 mejores días e, incluso, sería del -0,4% si se hubiera perdido los 40 mejores días del selectivo americano, según Franklin Templeton, con datos hasta 2014.
Ahora en los mercados existe un palpable miedo al ciclo, “obviamente al cambio de ciclo hacia menos crecimiento y posible colapso de algunas economías”, puntualiza Iván Martín, cofundador y director de Inversiones de Magallanes, en su última carta trimestral. “Hay indicios para pensar que algo puede ocurrir: beneficios récord de la mayoría de empresas, acumulación de deuda en el sistema, políticas monetarias expansivas…”, enumera.
Hoy día, mientras que Estados Unidos cotiza en máximos históricos, Europa se encuentra por debajo de los niveles de hace 20 años. Algunos de los valores de Magallanes ya reflejan una caída media superior al -30% desde máximos. “No sabemos qué nos deparará el futuro, pero si es malo, nuestra sensación es que una parte importante de lo malo por venir ya está siendo reflejado, con cierta rapidez y dureza, en algunos de nuestros valores”, adelanta, invitando a la tranquilidad y a mantener posiciones para el largo plazo. Es decir, sus fondos (de bolsa) no están libres de riesgo, pero ya llevarían reflejado, de forma más o menos profunda, ese posible efecto negativo de la economía en desaceleración.