Proseguimos, y concluimos con este artículo, el pequeño repaso que hemos realizado a la situación de los productos de financiación que a los usuarios nos vienen a ofrecer las entidades financieras desde la perspectiva de una situación en la que, como el lector sabe, ciertamente, este tipo de productos han caído en su demanda, y de media, endurecido sus condiciones de contratación.
Repasábamos en la parte final del anterior artículo los créditos rápidos situando dos grandes grupos, el de los llamados préstamos inmediatos ofrecidos por las entidades financieras, que ya repasábamos en el citado artículo, y los préstamos preconcedidos en los que nos centramos a continuación.
Del mismo modo que los préstamos inmediatos los préstamos preconcedidos vienen dados normalmente por una vinculación entre el usuario y la entidad financiera a través, generalmente, de la contratación de las cuentas nómina o productos similares, acompañada de la domiciliación de la nómina.
Este tipo de productos, relacionando habitualmente el importe máximo de la concesión de financiación a los importes de las nóminas domiciliadas, nos propone fijar el citado límite máximo de financiación y a partir de la firma del producto disponer de ese límite a modo de pequeña línea de crédito, de manera que el usuario podrá disponer de esa financiación total y parcialmente y, una vez amortizada la cantidad dispuesta, el producto se reactiva de manera inmediata, generando esa pequeña línea de crédito que citábamos antes.
A pesar de que se trata de una financiación relativamente pequeña (en pocas ocasiones superará en dos o tres veces el importe de la nómina domiciliada, las propias características del mismo lo convierten en una alternativa interesante para pequeñas necesidades financieras lo que ha convertido este producto en uno de los pocos que mantiene un crecimiento interesante en su demanda.
No queremos cerrar esta pequeña serie sin acercarnos, aunque sea de manera muy general, a las tarjetas de crédito.
En un periodo de reajuste de las economías domésticas obligado por la situación económica actual, el usuario puede tender a utilizar las tarjetas de crédito de un modo similar al que se utilizaban hace tan solo unos años, un uso que las acercaba a un producto de financiación al menos en lo que a su uso se refiere.
Lo cierto es que, más allá de las compras a crédito y usos similares, las disposiciones en metálico a crédito con estos productos suele resultar cara y, aunque a priori parezca practica, no resultarlo tanto. El nivel de disposición de metálico a crédito en las tarjetas ha disminuido realmente mucho, aunque, insistimos, sigue siendo elevado para un producto que realmente no aporta grandes ventajas cuando de conseguir financiación se trata.
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