Hemos hemos escuchado infinidad de veces que uno de los peores enemigos de cualquier economía doméstica es el sobreendeudamiento. Se trata de una situación generada cuando el nivel de deuda existente en relación a los ingresos que se poseen ya no permite hacer frente con holgura a lo que se debe. Aunque pueden existir muchos factores que motiven esta situación, los más habituales tienen raíces en el crédito.
Debemos distinguir claramente dos tipos de sobreendeudamiento, lo que podríamos por un lado lo que podríamos definir como estructural que se asocia a deudas crediticias relativas a las hipotecas, este es el modelo más complejo y difícil de evitar y resolver. El otro modelo, no menos grave aunque menos aparatoso, es el sobreendeudamiento puntual que se puede dar derivado de un mal uso de los créditos en momentos concretos, algo que se repite con demasiada frecuencia en época estival.
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El sobreendeudamiento en el verano surge de dos fuentes diferentes:
- La solicitud de créditos para las vacaciones
- El exceso de uso de crédito a través de las tarjetas durante las vacaciones
Obviamente el peor de los escenarios posibles es el que combina ambos elementos, sin embargo no es un escenario tan infrecuente.
Solicitar un crédito para disfrutar de unas vacaciones tiene que ser necesariamente una acción muy meditada y medida. Debemos calcular exactamente el impacto que sobre nuestra economía va a tener dicho crédito. Habitualmente se va a tratar de una financiación a no más de un año para un importe no excesivamente elevado, pero en cualquier caso va a suponer una cuota mensual a sumar en los gastos de el próximo ejercicio. Habitualmente se da por bueno el dato que dice que si antes de comenzar el mes nuestros gastos de suponen a un 40% de nuestros ingresos, estamos en el borde del sobreendeudamiento. Éste es un baremo que se puede utilizar perfectamente para medir el escenario al que nos enfrentaremos a la solicitud de crédito, este u otro cualquiera realista que tenga que ver con nuestro cómputo de ingresos y gastos. En definitiva solicitar un crédito para las vacaciones si no se tiene controlado al 100% su impacto en nuestra economía personal no es una buena idea.
Las tarjetas de crédito pueden ser el gran amigo del usuario en el verano, pero, también uno de sus grandes enemigos. El uso de la tarjeta de crédito facilita las compras, es mucho más cómodo, y nos permite no circular por la vida con mucho metálico encima. Todo esto es cierto, pero también es cierto que las compras con tarjetas de crédito son más compulsivas, que la tendencia a utilizar la tarjeta a crédito aumenta el grado en función de su uso, y que en general, estamos ante uno de los motivos de sobreendeudamiento más habituales. Usar la tarjeta racionalmente es el mejor consejo que se puede dar para el verano, combinarla con los pagos en metálico, utilizarla en el marco de una planificación de los gastos de la que no nos vamos a salir, e incluso si es necesario aparcarla en casa y sustituirla temporalmente por una tarjeta prepago en la que encargaremos exclusivamente los importes que vamos a gastar, son ideas que pueden ayudarnos a huir del sobreendeudamiento veraniego.