Los casos recientes de las gestoras Woodford y H20 (Natixis), con activos ilíquidos en sus fondos, han reabierto el debate sobre la liquidez de los mercados y los productos de inversión. En España, los fondos tienen 3.500 millones de euros en bonos privados ilíquidos, es decir, en deuda que emitan las empresas pero con difícil contrapartida. Es prácticamente el doble que hace cinco años.
En 2014, los fondos españoles tenían 2.000 millones en bonos corporativos poco líquidos. La tendencia a introducir este tipo de bonos en las carteras por parte de los gestores ha sido y seguirá siendo creciente debido a los tipos al 0% y negativos impuestos por el BCE, una política que se mantendrá con el relevo de Draghi por Lagarde, a quien los expertos califican de “continuista”.
“En un mundo de tipos negativos, el movimiento es ir hacia emisiones que son más pequeñas, y la iliquidez lleva aparejada una prima que es lo que buscan los gestores. Con las emisiones de peor calidad pasa lo mismo”. Evidentemente, esta práctica tiene sus riesgos. “Esto funciona en dos direcciones y, si la volatilidad del mercado aumenta y las horquillas de negociación se amplían, salir de estos papeles es complicado y caro”, explica uno de los principales gestores independientes del país.
A esto hay que sumarle otro factor. “El mercado de emisores con esas características ha crecido después de haber estado cerrado tras la crisis de 2008 a 2011”, añade otro gestor independiente, especialista en crédito.
Por ahora, la cifra no es preocupante en términos relativos. Esos casi 4.000 millones solo representan un 1,4% del patrimonio total de los fondos, según el último informe sobre la participación de la CNMV en la política macroprudencial, con datos a cierre de junio de 2018.
Un tercer gestor independiente de renta fija consultado por este medio asegura que esta cantidad “no es mucho”. “En emisiones de 40 millones, son 100, que para todo el mundo euro no es una locura”, esgrime.
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Las gestoras europeas defienden la liquidez de los ETF tras los casos H2O y WoodfordTomando como punto de partida el 2007, en el inicio de la crisis financiera global, el mayor volumen de los fondos en bonos privados ilíquidos tuvo lugar en el verano de 2008, cuando llegaron a tener casi 18.000 millones en activos comprometidos de este tipo. En relativo sobre el total del patrimonio, el máximo fue en la primavera de 2009, por encima del 9%.
MIEDO TRAS LOS CASOS DE WOODFORD, H20 Y GAM
Al mercado le ha entrado el miedo con la iliquidez de los fondos tras los escándalos en la City londinense de las boutiques Woodford, ‘pillada’ en small caps británicas muy ligadas al Brexit, y H20 (del grupo francés Natixis), en problemas por tener bonos de un controvertido empresario alemán. El miedo a una recesión como la de 2008 no hace sino agrandar el pánico.
Además, un año antes, la gestora suiza GAM se había visto involucrada en un caso similar, relativo a sus fondos de bonos de retorno absoluto, que terminó con el despido del responsable de esta estrategia, Tim Haywood, tras hacerse un corralito al dinero de sus inversores. Un año después, los clientes de estos fondos han recibido el pago final.