Pocas personas podían prever una crisis bancaria hace algo más de un mes, pero así es la vida. El colapso de Silicon Valley Bank (SVB) provocó un efecto cascada que acabó llevándose por delante a otros bancos estadounidenses como Signature o Silvergate, al igual que al gigante de la banca europea Credit Suisse. Si bien es cierto que el ciclo de subidas de tipos de interés de 2022 fue uno de los principales detonantes de este episodio, para encontrar su origen hay que retroceder mucho más en el tiempo.
Concretamente hasta 2018, el peor año del mercado de renta variable desde el estallido de la crisis financiera una década atrás. La guerra comercial entre Estados Unidos y China dio comienzo, Washington rompió el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán y por primera vez un presidente estadounidense visitó Corea del Norte. ¿El denominador común de este y otros eventos destacables? Donald Trump era entonces el presidente de los Estados Unidos. Y en Trump tiene, en parte, origen esta crisis.
En 2018, el entonces presidente y el regulador estadounidense firmaron la mayor reducción de la regulación bancaria desde la quiebra de Lehman Brothers. Mediante la llamada Ley de Crecimiento Económico, Alivio Regulatorio y Protección del Consumidor, Trump suavizó notablemente las restricciones a los bancos pequeños y medianos de la primera economía del mundo.
Así, la legislación elevó desde los 50.000 millones de dólares hasta los 250.000 millones el umbral por el cual se considera que un banco es considerado 'demasiado grande para permitir que quiebre' (‘too big to fail’). Por debajo de ese umbral, las entidades no estarían obligadas a pasar pruebas de resistencia bancaria, ni a garantizar requisitos de liquidez como el coeficiente de cobertura de liquidez (LCR, por sus siglas en inglés) o el coeficiente de financiación estable neta (NSFR, por sus siglas en inglés). Greg Becker, CEO de SVB, se posicionó muy a favor de este reglamento.
“Esta desregulación incentivó el apalancamiento de bancos más pequeños como SVB o Signature. Además de observarse una mala gestión de activos y pasivos, el violento repunte de tipos en 2022 cristalizó las pérdidas en el balance de SVB, que se había apalancado 4 veces hasta alcanzar el tamaño de un banco medio-grande de Europa, como consecuencia de la falta de coberturas de su cartera ‘held-to-maturity’ y el fuerte desequilibrio de su balance”, explican desde Santalucía Asset Management.
La reacción de las autoridades no se hace esperar, pero con una particularidad, ya que “rompen sus propias normas”. La Fed y el Tesoro adoptan “medidas sin precedentes” para tratar de rescatar los depósitos de los clientes, sacrificando en el proceso a accionistas y bonistas de Silicon Valley Bank. “Dicen que no garantizan los depósitos por debajo de 250.000 dólares, pero crean el Bank Term Funding Program (BTFP) para salvarlos. Es una inyección de liquidez encubierta, que ha elevado el balance de la Fed a niveles cercanos a máximos históricos”, añaden.
Algunos expertos bancarios afirman que Silicon Valley Bank y Signature Bank habrían gestionado mejor sus riesgos si la Ley Dodd-Frank, la resultante de la crisis bancaria de 2008, no hubiese hecho retroceder tanto la regulación. Asimismo, desde Santalucía AM también señalan que esta crisis no se parece a la de hace 15 años, ya que el sector es “mucho más robusto, con balances de mucha más calidad y unos niveles de liquidez mucho más elevados”. “Los bancos regionales son excepción por su menor nivel de regulación”, apuntan.
CREDIT SUISSE: UN CASO IDIOSINCRÁTICO
A la quiebra de SVB le siguió el colapso de Credit Suisse, un caso en el que se dio “toda la casuística” posible y atrajo a numerosos inversores que se pusieron en corto. Sin embargo, desde Santalucía AM avisan de que es un caso “idiosincrático”.
“El mercado le estaba dando tiempo y con la crisis de SVB se lo quitaron. Fueron lentos, no hicieron sus deberes a tiempo. Pero no fue un problema de capital, pero sí de liquidez y de confianza”, explican.
Asimismo, desde la gestora critican el rescate “extremadamente peculiar” de Credit Suisse “hasta el punto en que los reguladores europeo y británico tuvieron que avisar que iban a ser ortodoxos en caso de posible rescate”.
“Suiza ha perdido credibilidad. Si tienes una jurisdicción en la que cada circunstancia va a ser ad hoc, tienes riesgo regulatorio. Decidieron el rescate seis o siete personas en un fin de semana, ni la junta general de accionistas ni el parlamento lo aprueba… Solo por eso, desde un punto de vista de la gobernanza, es una farsa”, critica Luis Merino, responsable de Renta Fija de Santalucía AM, quien destaca que, al menos, han evitado el contagio al resto de la banca europea.
Según Merino, si hay un gran perdedor en este caso han sido los bonos AT1. “Pensamos que, tras el ‘permanent write-down’ de los AT1 de Credit Suisse, esta clase de activo queda tocada ya que la incertidumbre regulatoria es elevada”, explica.
“A pesar de la estabilización del mercado, costará volver a reabrirlo a los niveles actuales, especialmente para bancos pequeños, periféricos y menos capitalizados. Tenemos serias dudas del ejercicio de las ‘calls’ este año, lo que generará incertidumbre y volatilidad”, añaden desde la gestora.