Tasas e impuestos representan dos figuras diferentes detro del ordenamiento fiscal español. Descubre cuáles son las particularidades de cada uno y qué estas pagando en cada caso.
Solemos utilizarlos como sinónimos, pero lo cierto es que no lo son. Existen diferencias entre tasas e impuestos que conviene conocer, aunque sólo sea a título informativo.
Desde un punto de vista fiscal, el artículo 2.2 de la propia Ley General Tributaria y el 157.1.b de la Constitución recogen los diferentes tipos de tributos que básicamente se dividen entre tasas, impuestos y contribuciones especiales, siendo las dos primeras más habituales.
La diferencia entre tasas e impuestos es que los primeros se cobran como contraprestación directa y determinada de un servicio que recibe el ciudadano. Mientras, los impuestos se utilizan para distintos fines y bienes públicos pero no existe esa relación directa. En este sentido, con una tasa sabemos exactamente el grado de beneficio del que disfrutamos algo que no ocurre con los impuestos.
También se diferencian entre ellas en que los impuestos pueden y suelen tener carácter obligatorio, algo que no ocurre en el caso de las tasas.
Qué es un impuesto
Los impuestos son los tributos más importantes y también los más habituales. De hecho, constituyen la principal fuente de financiación de la administración pública. A diferencia de las tasas, en el caso de los impuestos no existe una contraprestación específica por su pago, sino que forman parte del engranaje del Estado para facilitar un determinado estado de bienestar. Además, a través de los impuestos la administración redistribuye la riqueza del país, entre otras cosas.
Existen diferentes tipos de impuestos y formas de clasificarlos, aunque la más habitual es hacerlo entre impuestos directos e indirectos. Los primeros se aplican sobre una manifestación directa e inmediata de la capacidad económica como por ejemplo obtener una determinada renta o tener un objeto. Por suparte, los segundos se refieren a una manifestación indirecta, como puede ser un acto de consumo o la transmisión de parte del patrimonio. Aquí puedes ampliar información al respecto y saber cuál es cuál.
Pero nada como algunos ejemplos para terminar de aclarar qué es un impuesto y la diferencia entre tasas e impuestos. En este sentido, el IRPF, el IVA o el Impuesto sobre el Patrimonio son impuestos desde el punto de vista fiscal. El primero se establece en función del la renta y el tercero del patrimonio, mientras que el segundo no tiene ese carácter progresivo y simplemente grava el mero acto de consumir, aunque sí que existen diferentes tipos de IVA dependiendo del servicio que contrates o el objeto que compres. Descubre cuáles son y cómo funcionan aquí.
En ninguno de los ejemplos anteriores se grava un servicio público, sino que son tributos que simplemente están ahí sin mayor motivo aparente que el de hacer pagar al ciudadano. Otra cuestión es que este pago sea necesario para poder mantener el actual sistema y el estado del bienestar del que disfrutamos.
Qué es una tasa
Las tasas operan de forma diferente a los impuestos. En este caso se paga a cambio de un servicio que realiza la administración pública o por un acto que derive un beneficio o ventaja especial para una persona concreta. Es decir, las tasas están directamente relacionadas con un servicio o actividad.
La principal diferencia entre tasas e impuestos es que las primeras no tienen carácter universal, como sí ocurre con muchos tributos. Dicho de otra forma, la tasa sólo la abona quien hace uso del servicio no todos los ciudadanos.
En el caso de servicios públicos, un buen ejemplo de tasa es la Tasa de Basura o Tasa de Residuos Urbanos que sirve para sufragar la recogida de basuras por parte del ayuntamiento y la abonan quienes tienen vivienda. Una de las particularidades de las tasas es que al estar ligadas a un servicio, la recaudación no podrá superar el importe del servicio. La traducción es que el ayuntamiento no puede enriquecerse o ganar dinero con la tasa. En el caso anterior, el importe de la tasa debería ser el resultado de dividir el coste del servicio entre el número de personas o viviendas que harán uso de ella.
Otro ejemplo de serían las tasas de oposiciones, que sólo abonan quienes se presentan a un examen o las tasas por licencia de obras, que se paga por la autorización municipal para construir. En ambos casos se trataría de actividades administrativas de las que emana un beneficio concreto o especial que afecta a las personas que se benefician del servicio.
Todos son tributos
Tanto las tasas como los impuestos son tributos. A estos dos se une un tercer tipo de tributo dentro del ordenamiento fiscal español que ya hemos mencionad: las contribuciones especiales. En este caso estamos hablando de tributos a través de los cuáles el sujeto pasivo obtiene un beneficio o un aumento del valor de sus bienes. Un ejemplo serían las obras públicas o la ampliación de servicios públicos. De nuevo, con la contribución se obtiene algún tipo de contra prestación, por más que esta no sea tan directa como las relacionadas con las tasas.
En cierta forma, las contribuciones especiales son parecidas a las derramas que hay que pagar en una comunidad de vecinos cuando se acomete una mejora, sólo que en este caso la comunidad sería el ayuntamiento, la comunidad autónoma o todo el país, dependiendo del caso.
Como ocurría con las tasas, es imprescindible que las contribuciones no superen el coste total de la obra o servicio al que hacen referencia. Es decir, que no se pueden utilizar como medio para obtener un beneficio por parte de la administración.
Tasas, impuestos y contribuciones constituyen las tres figuras claves del sistema fiscal español.
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