La contabilidad es uno de los grandes quebraderos de cabeza de las start up y de los trabajadores autónomos. Perderse entre los número es fácil y por eso en esta ocasión repasamos las bases. Esta es la diferencia entre la amoritzación contable y fiscal de bienes.
Una de las grandes ventajas y también complicaciones de las empresas es que su contabilidad y fiscalidad no siempre van de la mano. El mejor ejemplo es la forma de tratar a los denominados activos fijos inmovilizados, que son los que permanecerán más de un año en la empresa.
Debido a esta particularidad será necesario llevar a cabo una serie de modificaciones en la contabilidad y también términos fiscales. Y en este punto la amortización contable y la fiscal no siempre tienen que ir por el mismo camino y esa diferencia se plasma en el Impuesto sobre Sociedades o en el IRPF en el caso de los autónomos.
Qué es la amortización contable
Desde un punto de vista técnico la amortización es una reducción del valor de activos y pasivos que se refleja en el sistema de contabilidad con los cambios de mercados u otras reducciones de valor.
Para que lo entiendas mejor, la amortización contables es la que muestra cómo se recupera el valor de un elemento de la empresa por el desgaste, envejecimiento o cualquier otro motivo similar. Esto se consigue restando al coste de fabricación un gasto de ejercicio.
En la contabilidad de la empresa, la amortización contable se muestra como menos reservas de la empresa a medida que pasa el tiempo, aunque esto no tiene por qué implicar una salida de efectivo, ya que el desembolso se hizo a la compra del bien.
La amortización fiscal
Por su parte, la amortización fiscal es la forma en la que la empresa refleja ese mismo gasto en términos fiscales, es decir, qué parte del desembolso podrá deducir de la compra en cada ejercicio fiscal a la hora de hacer el IRPF o el Impuesto de Sociedades, según se trata de autónomos o empresas.
Salvo casos excepcionales en los que puede procederse a la libre amortización de activos, Hacienda publica anualmente una serie de tablas de amotización con coeficientes lineales y periodos de amortización máximos dependiendo de la actividad de la empresa y el tipo de bien del que se trate.
La mayoría de empresas trata de usar los mismos parámetros y criterios a la hora de calcular las amortizaciones contables y fiscales para que estas coincidan y no tener que llevar así una suerte de doble contabilidad. Sin embargo, esto no siempre es posible o recomendable.
El mejor ejemplo son las adquisiciones de material inmovilizado inferiores a 600 euros y para los que existe libertad de amortización. Es decir, por un lado la amortización contable se extenderá durante los años que esté el bien en la empresa, pero la fiscal se podrá imputar ‘de golpe’ en un solo ejercicio.
Por otro lado, las multas producirán diferencias permanentes entre la contabilidad y fiscalidad, ya que se contabilizan como gastos pero no son deducibles a efectos de determinar las ganancias en el Impuesto sobre Sociedades.
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