Los influencers también son productos
"¿Qué haces si eres rico y exitoso, pero estás maldito con un hijo o una hija sin talento?", afirmaba recientemente en un artículo el famoso analista Joachim Klement. Él mismo se respondía:
En los viejos tiempos, podía enviarlos a un convento o convertirlos en obispo o cardenal. Alternativamente, podrías comprarles a los hijos un puesto como oficial en el ejército bdonde podrían ordenar la carga de la brigada ligera y enviar a los hombres más pobres a la muerte. A lo largo del siglo XX, una trayectoria profesional consagrada fue darles el capital inicial para abrir una tienda y vender cosas que nadie necesita a personas con demasiado dinero. Aparentemente, esto todavía funciona, porque, en mi vecindario del suroeste de Londres, algunos padres acaban de abrir una tienda para vender ropa de esquí que usan sus hijos en medio de una pandemia. Hasta ahora, se me han ocurrido 14 razones por las que esta es una idea estúpida (y sí, las he estado contando).
Pero en el siglo XXI, el auge de las redes sociales ha creado una nueva oportunidad profesional para las personas con menos células cerebrales que el dinero que tengo en mi cuenta bancaria. Hoy en día, puedes convertirte en un influencer.
Por lo que puedo decir, un influencer es alguien que se pone en cuclillas, pero toma buenas fotos y publica unas 250 veces al día en las redes sociales. Y luego, una vez que hayan atraído a suficientes seguidores que miran sus fotos sin hacer nada, las empresas pueden pagarles para que se tomen una foto con la ropa de la compañía mientras hacen sentadillas.