Trump le declara la guerra al liberalismo

Juan Ramón Rallo

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 04 abr, 2017 16:51
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Las últimas elecciones estadounidenses se libraron entre dos facciones del antiliberalismo: la socialdemocracia y el nacionalismo. La socialdemocracia de Clinton abogaba por la expansión interna del Estado de Bienestar y por la extensión de estructuras políticas internacionales que permitieran "gobernar" (controlar) la globalización; el nacionalismo de Trump buscaba instituir un Estado gerencial que, mediante un potente y amenazador ejército, defendiera "los intereses de EEUU" en el mundo, aun cuando ello implicara revertir la globalización.

Que ambos candidatos estuvieran muy alejados de posiciones liberales no supone ninguna sorpresa: si el liberalismo es una ideología minoritaria, incluso en EEUU, es normal que sus valores no se hallaran representados en la figura de ninguno de los dos grandes candidatos a la presidencia de EEUU. Para un liberal, pues, se trataba de elegir entre dos males (motivo por el cual algunos reivindicamos el derecho a no elegir): esto es, se trataba de responder a cuáles de nuestras libertades preferíamos renunciar.

Desde esa perspectiva, uno puede entender tanto a los liberales que se decantaron por Clinton frente a Trump como a los que se decantaron por Trump frente a Clinton. “¿Qué tipo de engorde del Estado te desagrada menos? ¿Qué clase de nuevas cortapisas sobre la libertad te resultan menos agresivas? ¿Es preferible una globalización administrada por un Estado globalista o un retroceso en las burocracias internacionales aún a costa de experimentar un parón en la globalización?”. Preguntas todas ellas de muy difícil respuesta para cualquier liberal y que nos retrotraían a aquella disyuntiva que ya formularon los Vargas Llosa a propósito de las elecciones peruanas de 2011 acerca de elegir entre el sida y el cáncer terminal.

Por consiguiente, pudiendo entender a aquellos liberales que juzgaran que el mal menor era cualquiera de ambos candidatos, lo que jamás pude comprender es a aquellos otros que se entusiasmaban con Clinton o con Trump y que los identificaban con la vanguardia del liberalismo. Uno podía, desde luego, encontrar algunas pocas propuestas muy cercanas al liberalismo en cualquiera de ambos candidatos: por ejemplo, la reforma educativa o sanitaria que planteaba Trump en su programa electoral; o las declaraciones de Clinton (filtradas por Wikileaks) a propósito de su voluntad de potenciar la globalización y de frenar el avance del proteccionismo. Pero, en conjunto, la agenda ideológica de ambos candidatos era frontalmente antiliberal y así había que denunciarlo.

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