"Si pudiera saber solo una cosa sobre una inversión que estoy contemplando, podría ser cuánto optimismo está incorporado en el precio"
La cabeza fría y los pies, calientes "¿Cuál es el mejor método para invertir en Bolsa? ¿Cuál es el mejor estado emocional? ¿Son aconsejables los impulsos? ¿Hay que dejarse llevar por las corazonadas? ¿Convienen enamorarse u odiar a un valor? ¿Es bueno sentarse y permanecer quieto durante muchos años en los denominados valores clásicos, seguros y con buenos fundamentos?
Esta es parte de la retahíla de preguntas que, de una manera u otra, casi todos los días nos plantean algunos de nuestros clientes. Unas más que otras, tienen una contestación difícil, porque la inversión en Bolsa debe ser, ante todo, una inversión personal apoyada, siempre, en la sabiduría de quienes han librado mil y una batallas en el mercado. Pero, en cualquier caso, la decisión de comprar y de vender debe corresponder siempre al sujeto que pone sus euros a circular en la Bolsa. "Si pudiera saber solo una cosa sobre una inversión que estoy contemplando, podría ser cuánto optimismo está incorporado en el precio".-Howard Marks
"¿Qué contesto a los planteamientos anteriores? Como norma, aconsejo no dejarse llevar por las emociones. Que las emociones, los impulsos, las corazonadas no le jueguen una mala pasada, que no lo lleven a la ruina. Que no le maten las emociones", me dice el presidente de una importante sociedad de Bolsa, que me envía el siguiente enlace
"Cuando la mayoría de los participantes del mercado se confunden entre el riesgo y la incertidumbre, una minoría de inversores inteligentes, que pueden mantener la cabeza fría, tienen la oportunidad de comprar negocios de alta calidad a precios de descuento en los mercados de subastas...", recuerda Tiho Brkan@TihoBrkan.
En entornos de volatilidad e incertidumbre como los vividos desde hace tiempo, resulta clave mantener la calma y no dejarse llevar por la masa en momentos de pánico o euforia. En su programa Market Insights, JP Morgan analizaba 5 sesgos cognitivos y emocionales que pueden impedir a los inversores alcanzar sus objetivos de inversión en el contexto actual. Para la firma, “entender los sesgos más comunes a los que se enfrentan los inversores supone el primer paso para mejorar la rentabilidad de la cartera”.
Miguel Hernández Gestionatudinero.com lo recogía:
1. SESGO LOCAL: FALTA DE DIVERSIFICACIÓN GEOGRÁFICA
Muchos inversores sobre ponderan las inversiones en sus países de origen por el mero hecho de estar más familiarizados con el mercado local. “Aunque EE UU solo representa el 48% del mercado mundial de renta variable y el 42% del de renta fija, los inversores locales cuentan con asignaciones medias a esos mercados del 78% y el 80% respectivamente”, explican los expertos. A su juicio, esta situación restringe las oportunidades y reduce la diversificación de las carteras. En este sentido, desde JP Morgan aconsejan a los inversores diversificar hacia mercados europeos. “Aunque el sentimiento está mejorando, el índice regional sigue un 20% por debajo de su máximo de 2007 y ofrece una rentabilidad por dividendo del 3,6%”.
2. CONTABILIDAD MENTAL: LA BÚSQUEDA DE YIELD
En un entorno de tipos bajo mínimos, los inversores han clasificado mentalmente ciertos activos, como los bonos, fondos de inversión inmobiliaria o las acciones que reparten dividendo como vehículos de rentabilidad frente a otros activos en los que invierten por la revalorización de capital. “Esta contabilidad mental puede amenazar la sostenibilidad de la cartera a largo plazo y viola una de las reglas básicas de las finanzas: que el dinero es fungible”. Desde JP Morgan insisten en que los enfoques de rentabilidad total –que tienen en cuenta tanto la revalorización del capital como la yield- pueden cumplir con las necesidades de rentas y los objetivos a largo plazo. “No vender el principal es un mal principio”, aseguran, explicando que aunque los bonos son indispensables en una cartera diversificada, el inversor no debe depender solo de los cupones para la generación de renta, y más con los tipos de interés en mínimos históricos.
3. STATU QUO: OPTAR POR EL INMOVILISMO Y NO REEQUILIBRAR LA CARTERA
Este sesgo hace referencia a la tendencia a mantener las asignaciones existentes de la cartera, sin tener en cuenta si siguen alineadas o no con los objetivos de largo plazo. Como se ve en el gráfico, muchos inversores llevan inmóviles desde 2008. Si no se han reequilibrado las carteras en los últimos dos años, se puede haber experimentado una importante desviación. Por eso, los expertos aseguran que reequilibrar una cartera diversificada al menos una vez al año constituye la piedra angular de un enfoque de inversión disciplinado para evitar el sesgo del statu quo.
4. EXCESO DE CONFIANZA: PERDER LA DISCIPLINA DE CARTERA
Tras un año de buenas rentabilidades con una volatilidad baja, puede resultar difícil contener el optimismo. “Si los inversores atribuyen el éxito a sus habilidades personales en vez de al comportamiento general del mercado, este sesgo emocional podría empujarles a adoptar más riesgos de lo habitual”, explican desde JP Morgan. Para mantener a raya el exceso de confianza, lo mejor es documentar las ideas de inversión, midiendo su eficacia respecto a los índices del mercado, incluidos los costes de ejecución. Los datos que maneja la entidad reflejan que a los inversores individuales no se les da bien adelantarse al mercado. De hecho, “desde el año 2000, los inversores se han perdido casi todos los periodos alcistas y no empezaron a invertir de nuevo en acciones hasta hace poco”.
5. HEURÍSTICO DE DISPONIBILIDAD: NO ADOPTAR UNA PERSPECTIVA DE LARGO PLAZO
Aunque el largo plazo es una constante en las recomendaciones de los expertos, lo cierto es que, en la práctica, las experiencias que recordamos más fácilmente tienen un mayor peso en nuestras decisiones. “Por ejemplo, al igual que la Gran Depresión marcó a los inversores durante años, la crisis de 2008 también resultó muy impactante porque fue inesperada, por lo que la aversión al riesgo será mayor de la que resultaría adecuada”. Estos riesgos pueden superarse adoptando una perspectiva de largo plazo en renta variable, ya que, pese a la volatilidad y a los mercados bajistas, adoptar riesgos prudentes acaba viéndose recompensado en el tiempo.