Más allá de Ucrania, el crecimiento es tan importante como la inflación para las Bolsas

Juan Carlos Ureta Domingo, presidente ejecutivo Renta 4 Banco

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 21 feb, 2022 19:10
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No es difícil encontrar en los últimos años periodos en los que las Bolsas centran toda su atención en una determinada situación, dejando de prestar atención a cualquier otra cosa, y moviéndose milimétricamente al dictado de los acontecimientos provocados por dicha situación, como si el mundo dependiese solo y exclusivamente del desenlace de la misma.

Las negociaciones comerciales de la administración Trump con China en 2018 y 2019, los datos de contagios en algunos momentos de la pandemia, o, más atrás en el tiempo, el accidente nuclear de Fukushima en 2011, las dos guerras de Irak o el atentado a las torres gemelas en 2001, son algunos de los eventos cuya evolución condicionó el día a día de las Bolsas de forma casi milimétrica.

No cabe duda de que esos eventos tenían una importancia notable para la economía, ya que, como pasa ahora con la situación en Ucrania, una mala evolución habría provocado consecuencias extremadamente negativas para el mundo en general. Pero a la vez, en todos y cada una de esos casos en los que eventos determinados han concentrado completamente la atención, había en el escenario otras cuestiones que deberían haber merecido la atención y análisis de los inversores, pero que quedaban en un segundo plano o más bien completamente olvidadas.

Algo parecido pasa ahora con la posible invasión de Ucrania, que concentra toda la atención de los mercados, como hemos podido ver claramente la semana pasada. Las Bolsas se han movido al son de las noticias o declaraciones de EE.UU. y de Rusia, subiendo con fuerza, por ejemplo, el pasado martes cuando se difundió la noticia de que Rusia retiraba sus tropas de la frontera, y bajando con igual fuerza o más el jueves y el viernes cuando Biden reiteró por dos veces su convicción de que Rusia está preparando la invasión.

Al final, tras las dos sesiones fuertemente bajistas del jueves y del viernes, el S&P ha caído el 1,6% en la semana, el Dow Jones y el Eurostoxx el 1,9% el Nasdaq el 1,8% y el Nikkei el 2%. Las Bolsas americanas encadenan así la segunda semana consecutiva de caídas, ahondando en el mal tono que los mercados vienen teniendo desde que empezó el año.

El mal tono ha llevado al índice de volatilidad VIX a subir hasta niveles de 28.

Ese mal tono ha llevado al índice de volatilidad VIX a subir hasta niveles de 28, y al S&P a una situación técnica que amenaza con la temida figura de "hombro-cabeza-hombro" que, de confirmarse, tendría fuertes implicaciones bajistas para el S&P y por derivación para el resto de los índices globales. Los 4.349 puntos a los que cerró el S&P el viernes pasado marcarían el hombro derecho y los analistas técnicos pronostican una primera pata de caída hasta los 3.900 puntos si ese nivel se rompe hacia abajo.

Es obvio que, si se desata un conflicto bélico en Ucrania, sea cual sea su intensidad, las Bolsas lo acusarán con fuertes caídas, que podrían llegar a esos niveles inferiores a los 4.000 puntos en el S&P, pero igual que ha pasado en las situaciones que comentábamos al principio, hay otros temas a analizar además de Ucrania y si acabase habiendo, como sería deseable, una solución diplomática, eso no significa que desaparezcan los problemas.

Y los problemas no son solo la inflación y la subida de tipos. Hay que entender que la inflación es más de oferta que de demanda y obedece a desajustes estructurales que castigan al crecimiento tanto como a los precios. Por eso el crecimiento puede llegar a inquietar a las Bolsas incluso más que la inflación, a pesar de que algunos datos, como el pleno empleo en EE.UU. o como las ventas minoristas de enero en EE.UU. que se publicaron el pasado viernes, que fueron las mejores de los últimos meses, puedan sugerir que la economía sigue firme.

El petróleo por encima de 90 dólares y la inflación desbocada merman la capacidad de compra de los consumidores, que ya no están en el modo alegre y confiado en el que estaban hasta hace dos o tres meses. El giro en las políticas monetarias hacia menores estímulos es igualmente contractivo, y el agotamiento de los programas extraordinarios de gasto público post pandemia va en la misma dirección de rebajar las ganas de gastar o de invertir, afectando negativamente a la confianza de los consumidores.

El crecimiento o más bien su tendencia a moderarse aparece, así como un posible problema en el 2022 y tal vez por ello en los últimos días el BCE, y en menor medida la Reserva Federal, han intentado mitigar sus discursos con comentarios tranquilizadores respecto a sus planes de endurecer las condiciones monetarias. Ya no se espera que el ritmo mensual de ajustes sea superior a los 100.000 millones de dólares al mes ni tampoco que el volumen de activos en balance de la Fed baje mucho de los siete billones de dólares. Pero pese a esa marcha atrás en el discurso de la Fed, lo cierto es que el crecimiento puede bajar, y que si eso ocurre los precios también lo harán, aliviando la inflación, al enfriarse la demanda tras haberse aumentado ya la oferta.

Ni uno ni otro escenario serían buenos para las Bolsas. La inflación no es buena porque obliga a los Bancos Centrales a subir tipos y retirar liquidez, y el menor crecimiento tampoco lo es, porque repercutirá a la baja en los beneficios empresariales. En ambos casos la consecuencia es un ajuste de las valoraciones y en las cotizaciones. El problema es que es difícil evitar uno de los dos escenarios.

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