El coronavirus despierta todos los fantasmas
Juan Carlos Ureta Domingo, presidente ejecutivo Renta 4 Banco
Tras una semana dramática en las Bolsas (S&P -11,5%, Eurostoxx -12,4%), el análisis más extendido de la situación es que el coronavirus ha frenado la reactivación que estaba iniciándose en la economía global. Según esta interpretación, la economía global iba a ir ganando tracción a lo largo de este año 2020 gracias al acuerdo de la llamada "fase uno" en las negociaciones comerciales entre EE.UU. y China, y gracias a la vuelta a las políticas monetarias ultraexpansivas por parte de los Bancos Centrales.
La Fed bajó tres veces los tipos de interés en 2019 y puso en marcha entre septiembre y diciembre la mayor inyección de liquidez a la economía de toda su historia. El BCE y el People's Bank of China le siguieron en esta expansión del dinero barato y en total 49 Bancos Centrales bajaron los tipos un total de 71 veces a lo largo del 2019. La idea era que economía, tras estas inyecciones, estaba lista para el despegue en 2020, según el consenso mayoritario.
Frente a esa lectura dominante, una lectura alternativa es pensar que el coronavirus ha venido a acelerar y amplificar muchísimo una desaceleración económica global que ya estaba en curso, y que era palpable en los datos del cuarto trimestre de 2019, y en los datos de enero de 2020, antes de que el coronavirus apareciese. La semana pasada hacíamos referencia a la evolución a la baja del PIB de EE.UU. en el cuarto trimestre de 2019, al estancamiento de la zona euro en ese mismo periodo, con debilidad extrema en Italia, Francia y Alemania, y al hundimiento del PIB japonés en la recta final del pasado año. Adicionalmente, según datos del CPB World Trade Monitor el comercio global se contrajo un 0,4% en 2019, la primera contracción desde 2009. Los datos de enero anteriores al coronavirus tampoco permitían albergar la esperanza de una recuperación vigorosa.
Desde esta óptica, el coronavirus se superpone a una desaceleración previa y de alguna manera ha venido a abrir los ojos de los inversores poniendo en evidencia situaciones que estaban ahí y que, en medio de la euforia monetaria, nadie quería ver. La primera es la desaceleración estructural del crecimiento en las economías avanzadas, lo que Larry Summers ha calificado tal vez exageradamente como "estancamiento secular". La segunda es el inflamiento artificial de amplios segmentos de los mercados de activos (no todos, pero sí muchos) como consecuencia de la prolongación excesiva en el tiempo del modelo de "dinero barato". La tercera es que, pese a la promesa de los responsables de la política económica, con Trump a la cabeza, de que "todo está bajo control" la realidad es que no lo está. La filosofía de la famosa frase de Draghi en julio de 2012, es decir, la idea de que los Bancos Centrales y los Gobiernos tienen un poder omnímodo ("whatever it takes", WIT) y han logrado acabar con los ciclos y las recesiones, va en contra de la naturaleza de las cosas y es, simplemente, falsa.