¿De qué dependerá el "destino macroeconómico" de 2024?

Gilles Moëc, economista jefe en AXA IM

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Capitalbolsa | 17 ene, 2024 09:16 - Actualizado: 12:10
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El "destino macroeconómico" de 2024 dependerá de si el proceso de desinflación iniciado el año pasado puede continuar con rapidez, permitiendo a los bancos centrales eliminar parte de su política restrictiva. La desinflación de 2023 estuvo impulsada principalmente por factores exógenos –la normalización de las líneas de abastecimiento y los precios de la energía– y, desgraciadamente, estamos asistiendo al regreso de riesgos de "policrisis" que podrían desbaratar la ralentización general del precio de los bienes comercializables en la economía mundial.

Los recientes acontecimientos en el Mar Rojo sugieren que el impacto inflacionista de la crisis de Oriente Medio podría adoptar una forma distinta de la "habitual" sacudida de los precios del petróleo, ya que las líneas de suministro están empezando a interrumpirse de nuevo.

Con todo, seguimos viendo razones para mantener un razonable nivel de confianza. La interrupción en el Mar Rojo no puede compararse con la incautación general de las líneas de suministro cuando las economías se reabrieron tras Covid. El hecho de que el presidente electo de Taiwán no obtuviera la mayoría parlamentaria, en una configuración en la que China no está en la mejor posición para asumir el riesgo de perder el apoyo de la demanda exterior, podría ayudar a evitar que la tensión entre Pekín y Washington se intensificara demasiado.

Otro choque inflacionista sigue siendo el principal canal potencial a través del cual la actual crisis de Oriente Medio podría afectar a la economía mundial, pero podría materializarse de forma inesperada. En efecto, todos los observadores -incluido su humilde servidor- se preparan para una fuerte subida del precio del petróleo si la opinión pública de los países árabes productores acaba obligando a sus gobiernos a utilizar el arma energética para incentivar a Occidente y a Estados Unidos en particular a presionar a Israel, y/o si Irán amenaza o decide efectivamente bloquear el estrecho de Ormuz. Esto todavía puede ocurrir. Sin embargo, la última medida adoptada hace una semana por Arabia Saudí de recortar el precio de sus exportaciones en relación con la referencia (aparentemente para mantener su cuota de mercado dentro de la OPEP) es otra señal de que por ahora parece haber una fuerte desconexión entre el deterioro de la situación en Oriente Medio y el mercado del petróleo.

Sin embargo, existe otra posible perturbación de los precios mundiales que debemos analizar, una vez más: el riesgo de que un nuevo repunte de la rivalidad entre China y EE. UU., alimentado por las consecuencias de las elecciones celebradas en Taiwán el pasado fin de semana, desencadene otro episodio de "guerra comercial" entre ambos países. Aunque el presidente electo Lai no ha defendido explícitamente la independencia formal de Taiwán desde 2017, en Pekín se le veía antes de las elecciones aún más reacio a hacer concesiones a la República Popular. El temor entre los observadores es que China emprenda acciones económicas contra Taiwán, evitando una intervención militar directa que probablemente desencadenaría un enfrentamiento con EE.UU., pero recurriendo a un bloqueo naval. La respuesta de Estados Unidos sería probablemente la imposición de sanciones comerciales y financieras a los productos chinos.

Sin embargo, hay buenas razones para creer que este costoso escenario podría evitarse. En primer lugar, Pekín puede consolarse con el hecho de que Lai verá limitada su política interior por la pérdida de la mayoría parlamentaria del PDP. En segundo lugar, la actual configuración interna de China continental no es propicia para asumir el riesgo de una nueva entrega de la guerra comercial. En tercer lugar, a finales del año pasado se produjo una purga en el departamento de Defensa y, según los informes de los servicios de inteligencia estadounidenses mencionados por Bloomberg, los dirigentes chinos están tomando medidas entorno a los problemas de corrupción en el ejército, lo que puede ser otra razón para evitar emprender acciones demasiado agresivas.

Un escenario de policrisis -con precios energéticos más altos, interrupciones en las líneas de suministro y una escalada de la guerra comercial entre EE. UU. y China- sería especialmente tóxico porque no está claro cómo podrían reaccionar los bancos centrales en tal configuración (probablemente subirían tanto la inflación energética como la subyacente). Sin embargo, por ahora queremos mantenerlo como una narrativa alternativa, sin alterar nuestro escenario central. Sin embargo, la vuelta de estos temas debería ser otra razón para ser cautos sobre la trayectoria futura de la inflación en EE.UU., cuando están apareciendo algunos signos de resistencia a la baja y, por tanto, sobre la rapidez con la que la política monetaria puede empezar a eliminar restricciones.

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