Trump y las Bolsas, una relación complicada entre la recesión y la "edad de oro"
Juan Carlos Ureta, presidente ejecutivo de Renta 4 Banco

La pregunta que flotaba en las Bolsas el pasado lunes era si finalmente se iba a activar o no el llamado “put” de Trump, para evitar que las Bolsas americanas cayeran por debajo del nivel que tenían el pasado 4 de noviembre, día de la victoria de Donald Trump.
La expectativa era que el nuevo presidente evitase la incómoda situación de un S&P por debajo de la era Biden, para poder presumir del apoyo de las Bolsas hacia sus políticas, como lo hacía en su primer mandato, cuando celebraba cada nuevo máximo histórico del S&P como un éxito personal suyo. Los 5.712 puntos a los que cerró el S&P el pasado 4 de noviembre, día previo a la victoria de Trump, eran la referencia, y esa referencia fue la que nos movió a pensar, al finalizar nuestro anterior comentario, que la semana podía ser más bien tranquila en las Bolsas americanas.
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Pero lejos de intentar contener a las Bolsas, lo que hizo Trump en una entrevista a Fox News emitida antes de la apertura de la sesión del pasado lunes, fue confirmar lo que ya había dicho días atrás el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, a saber, que lo que está intentando hacer el “trumpismo” es un cambio muy profundo, un cambio total de dirección, para devolver la riqueza a América, y que ese cambio no es fácil y llevará, en palabras de Trump, “algún tiempo”. Trump fue incluso más allá, y, en lugar de la nueva “edad de oro” económica prometida en su discurso inaugural del 20 de enero, dijo que no cabe descartar una recesión en la economía norteamericana, mostrando además indiferencia hacia los posibles vaivenes de corto plazo en las Bolsas.
Ese cambio de mensaje se tradujo en fuertes descensos en la sesión del lunes, con el Nasdaq cayendo un 4%, el S&P un 2,7% y el Dow el 2,1%, caídas que a lo largo de la semana llevaron al S&P por debajo de los mencionados 5.712 puntos, hasta marcar un mínimo semanal en la sesión del jueves muy cerca de los 5.500 puntos, un nivel que por el momento ha funcionado como soporte. Como anécdota, pero también como símbolo, el valor “trumpista” por excelencia, Tesla, cayó un 15,4% en la sesión del lunes, la mayor caída diaria en cinco años.
El entusiasmo inicial se ha desvanecido y la magia de Trump ha desaparecido porque el propio Trump se ha ocupado de decirnos que no contemos con ella. Todas las Bolsas han caído esta última semana, aunque, una semana más las plazas europeas han salido mejor libradas que las norteamericanas, tal y como viene siendo la tónica desde que empezó el año. El Eurostoxx ha bajado en la semana el 1,2% y el Dax tan solo el 0,1%, mientras que el Dow Jones ha caído un 3,1% en la semana, el S&P un 2,3% y el Nasdaq un 2,4%.
Sin embargo, en nuestra opinión, el mensaje realista que Trump y su equipo, con Scott Bessent a la cabeza, están enviando a los mercados, es el correcto, y además es el único posible. Los problemas y desequilibrios a los que se enfrenta la economía norteamericana y, por tanto, la economía global, son anteriores a la llegada de Trump, se han incubado a lo largo de varias décadas y su solución va a requerir, como dijo Trump en su entrevista con Fox News, “algún tiempo”, incluso aunque sean correctas las medidas que se quieren adoptar y el rumbo sea el acertado. En este sentido es bastante apropiado, a nuestro juicio, el símil de un periodo de “desintoxicación” (detox) utilizado la semana pasada por el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Es importante entender que esto es así y que no hay recetas milagrosas, y por eso es bueno, en nuestra opinión, que Trump y su equipo lo digan, en lugar de jugar a una supuesta “magia” o ilusionismo, que provocaría finalmente frustración y pinchazo de las expectativas.
Dicho esto, hay un punto en las propuestas de Trump que preocupa especialmente a las Bolsas, que es la guerra comercial, con aranceles generalizados y exagerados bajo el modelo proteccionista de “guerra total y frontal” frente al resto del mundo. No es ya, como lo fue en el primer mandato de Trump, la imposición de aranceles selectiva frente a países como China que no practiquen juego limpio (‘fair trade’) sino la imposición indiscriminada de aranceles a todos los sectores, incluso los menos elásticos al precio como los alimentos o la minería, y a todos los países, incluso a algunos que tienen déficit comercial con Estados Unidos. Ese modelo no va a funcionar porque es inviable en un mundo global y, si Trump se empeña en llevarlo a la práctica, las consecuencias sobre el crecimiento y la inflación pueden ser graves, incluso para la economía norteamericana, como ya nos están alertando los mercados.
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Es cierto que la situación actual, en la que Estados Unidos absorbe, según el economista Michael Pettis, entre el 40% y el 50% del superávit comercial del resto del mundo, es sencillamente insostenible. Ese desequilibrio se ha podido mantener gracias al llamado “excepcionalismo norteamericano” que permite a EE.UU. financiar su doble déficit fiscal y comercial porque, como decíamos la semana pasada, todo el mundo quiere financiar a EE.UU. y todo el mundo confía en el dólar. Tiene razón Trump al querer acabar con esa situación tan desequilibrada, pero un mal modelo de globalización no se puede sustituir por la “no globalización”. El proteccionismo no es una opción en un mundo global. Si se quiere llevar de verdad adelante una política proteccionista, habrá una involución, y el retroceso en la calidad de vida será tan enorme que la sociedad americana no lo tolerará.
Por eso seguimos pensando que, a pesar de las dudas de los inversores, al final Trump tendrá que manejar los aranceles de forma pragmática, como un arma de negociación. Trump puede decir que va a desplegar su artillería sean cuales sean las consecuencias, pero, en un mundo en el que el poder está fragmentado, todos van a tomar medidas y Trump se verá obligado a negociar, aunque lo haga desde una posición de fuerza. Lo hemos visto ya con las respuestas que han dado México y Brasil a los aranceles, apostando por la negociación. Aunque Canadá y Europa han optado por el momento por una línea dura de represalias, pensamos que al final se impondrá la negociación, incluso en el caso de China, que sobre el papel es el más difícil. No olvidemos que en su primer mandato Trump acabó firmando, el 15 de enero de 2020, un acuerdo comercial con China.
La propuesta de un “Mar-a-Lago Accord”, que sería una reedición del “Plaza Accord” de 1985, por el que se acordó que el dólar, que se habría apreciado notablemente entre 1980 y 1985, se devaluase, podría formar parte de esa gran negociación con la que poner fin, al menos transitoriamente, a la guerra comercial global desatada por Trump.
De momento las armas elegidas por Trump para librar esta guerra son los aranceles y la presión a la Fed para que baje tipos. La Fed se reúne este miércoles, pero no se prevé que baje los tipos, y en todo caso estamos en una economía en la que las políticas monetarias y fiscales tienen estructuralmente una menor capacidad de acción, por la sencilla razón de que se ha abusado mucho de ellas.
Si de la economía pasamos al análisis de las Bolsas, pasa algo parecido, es decir, las Bolsas están corrigiendo, y lo están haciendo porque no gustan los mensajes de Trump, pero la realidad es que los problemas de las Bolsas ya estaban ahí cuando llegó Trump. La sensación generalizada a fines del año pasado era que había una “sobrevaloración” en las Bolsas norteamericanas, tras dos años de subidas consecutivas del S&P y del Nasdaq de más del 20%. En el caso del Nasdaq, la subida fue del 43% en 2023 y del 28% en 2024, con algunos valores como los siete magníficos y otras grandes tecnológicas cotizando con multiplicadores de beneficios fuera de toda lógica.
Por tanto, las Bolsas tenían que corregir los excesos previos, con o sin Trump y, de momento, lo están haciendo con bastante orden a pesar de haber llegado el S&P a territorio técnico de “corrección” (caída del 10%) y a pesar de acercarse ya el Russell 2000 a territorio de “mercado bajista” (caída del 20%).
Se ha dicho que las caídas del lunes se deben al temor a una recesión, y de pronto se ha pasado de la ilusión del “superciclo de crecimiento” perpetuo con la que se cerró el 2024 al temor a una recesión en marzo de 2025. La realidad es que algunos indicadores reflejan sin duda una desaceleración, pero no una recesión, al menos de momento. Uno de esos indicadores es la confianza del consumidor. Tanto la encuesta de la Conference Board como la de la Universidad de Michigan apuntan a la baja. El viernes pasado se publicó el índice de confianza de los consumidores de la Universidad de Michigan y cayó a 57,9 puntos, menos que los 63,2 estimados por el consenso. Pero las Bolsas americanas ni se inmutaron y cerraron al alza. Tampoco se dio mucha importancia al buen dato de inflación de febrero, cuya otra cara es la de mostrar también una cierta desaceleración del consumo.
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Nuestra interpretación es que lo que estamos viendo en las Bolsas, tanto en las norteamericanas como en las europeas es, de momento, más una corrección de los excesos que un descuento bursátil de la presuntamente próxima recesión. Esta dinámica de corrección de las valoraciones excesivas la estamos viendo también en empresas que, siendo buenas y presentando buenos resultados, sin embargo, recortan, como le ha pasado esta última semana a Inditex, que ha caído un 11% debido a que el crecimiento de sus ventas se ha ralentizado. De nuevo el mercado descuenta un futuro extraordinario y luego no basta con que sea solo muy bueno, tiene que ser realmente espectacular para que la cotización artificialmente inflada no se caiga. Algo de eso podría estar pasando ahora con las empresas de defensa europeas, como Rheinmetall o Hensoldt AG.
La caída del S&P se ha parado en los 5.500 puntos que muchos analistas técnicos consideraban como primer soporte y ahora hay que ver si realmente rebota o sigue bajando. Esta semana conoceremos las ventas minoristas de febrero en Estados Unidos y se reúnen el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra y la Fed, siendo de especial interés los comentarios que pueda hacer Jerome Powell en la rueda de prensa posterior. Igualmente conviene seguir la intervención del fundador de Nvidia, Jensen Hang, en la GPU Technology Conference.
Con el VIX en 21,7 puntos, reflejando tranquilidad, y con una sesión de cierre semanal tan positiva como la del viernes pasado, lo que cabe esperar es un cierto rebote de los índices esta semana, sobre todo de los norteamericanos. Pero, como él mismo dice, los cambios que Trump pretende son profundos y van a llevar “algún tiempo” y por tanto lo previsible es que vuelvan las turbulencias en algún momento y que los mínimos de las Bolsas estén seguramente todavía por ver.