El rescate por la puerta de atrás del Popular
Juan Ramón Rallo
Durante décadas, el Banco Popular fue un emblema de calidad, buena gestión, rentabilidad y solvencia. Una entidad ejemplar y envidiada por todas las demás. Sin embargo, como sucedió con el conjunto del sistema crediticio español, la burbuja financiera que experimentamos durante los albores de este siglo XXI devastó esos cimientos de buena y prudente administración que tradicionalmente lo habían caracterizado.
Los dos hitos críticos en la historia de su decadencia fueron, por un lado, su expansiva exposición al crédito promotor y, por otro, su imprudente adquisición del Banco Pastor.
El crédito promotor siempre fue el peor tipo de operación que pudo realizar cualquiera de nuestros bancos: extenderle un préstamo a un promotor inmobiliario para que adquiriera un suelo sobrevaloradísimo donde iba a construir viviendas a precios todavía más inflados y cuya venta futura dependía de que las familias españolas siguieran endeudándose sin límite. Evidentemente, cuando las familias no sólo dejaron de endeudarse sino que comenzaron a impagar las hipotecas, las promociones dejaron de venderse y el crédito promotor resultó totalmente impagado.
La adquisición del Banco Pastor fue la puntilla que remató al Popular: el Banco Pastor era otra entidad financiera que se hallaba asfixiada por su excesiva exposición al crédito promotor, por lo que su compra e integración con el Popular carecía de todo sentido económico. Mucho menos, para más inri, en los términos en los que se efectuó la operación: la entidad de Ángel Ron compró el Pastor con una prima del 30% sobre su precio de mercado... Leer Más