Muchas veces llegamos a una determinada edad, fuera de la convencional para realizar nuestros estudios y pensamos que ya es tarde, que el tiempo se nos pasó.
Es muy probable también, que luego del estudio formal, hayamos decidido trabajar o bien establecer un negocio propio y de tal manera no tener el tiempo suficiente para estudiar una diplomatura o licenciatura.
Luego seguramente hemos formado nuestra familia, entonces el tiempo parece reducirse cada vez más y aquel sueño que alguna vez hemos tenido esfumarce y solo quedar un recuerdo de lo que deberíamos haber hecho.
Sin embargo, siempre tenemos una oportunidad si la buscamos, por supuesto.
Por otra parte, el aprendizaje permanente, universidad de la experiencia, envejecimiento activo, son términos cada vez más familiares en una sociedad como la española en la que los mayores se han convertido en uno de los grupos demográficos que más crece.
Este es el caso, como por ejemplo de la Universidad para los mayores de la Universidad Complutense de Madrid, que se ha pasado de “los 80 alumnos con que inauguraron el proyecto en 1999 hasta los 1.500 de la actualidad”, explica su coordinadora, Rosimar Guardia, que cifra el crecimiento en un 20% anual. De hecho, la demanda supera la oferta y ahora hay pruebas de acceso para poder obtener una plaza. Así lo señala el diario el Mundo.
En la mayoría de los programas no se hacen exámenes, y el método de enseñanza difiere del convencional. “No tienen un sistema de evaluación, llevas materiales para que trabajen allí, para hacer las clases más amenas”, explica Carmen Serrano, directora de la Universidad permanente Millán Santos, de la Universidad de Valladolid. Allí, como en casi todas, la media de edad ronda los 60-65 años y hay una mayoría abrumadora de mujeres en las aulas. Y, sobre todo, “son personas muy motivadas, con muchas ganas de aprender. Los profesores lo notan”.
“Las clases son muy participativas, aquí los alumnos tienen mucho que decir”, coincide María García-Carrillo, Directora Técnica de la Senioribvs. También el CEU ha experimentado una creciente demanda que “tiene cada vez un mayor nivel profesional y una estupenda forma física”.
“Tengo alumnos doctores en Derecho y hasta un magistrado del Supremo.”Y esto es también un reto para el profesorado. “Tengo alumnos doctores en Derecho y hasta un magistrado del Supremo”, relata Alberto Bárcena, profesor de Historia del CEU. La acumulación de vivencias profesionales y personales del alumnado le obliga a preparar estas clases con más profundidad que las habituales de grado, con estudiantes más jóvenes y menos experimentados. El resultado, en su opinión, no puede ser mejor: “La clase es muy diferente, nadie habla fuera de lugar, es un ambiente de interés máximo y de participación excelente”.
Para la mayoría de ellos el interés es insaciable, y la mayoría de las universidades ofrecen, además de los cursos, seminarios complementarios, actividades culturales e incluso viajes.
De este modo que la experiencia vivida por los estudiantes mayores es mucho más que la de formación, es un intercambio de vivencias, historias de vida compartidas y aprendizaje de lo vivido del otro.
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