No es sólo por un mercado de trabajo tan complicado como el actual (aunque también). En la lenta desaparición de los trabajos de verano, orientados a estudiantes fundamentalmente, intervienen otros factores que convierten lo que antes era muy habitual, trabajar en verano para sacar un dinerillo, en verdaderamente excepcional.
De hecho cada vez resulta no sólo más complicado encontrar este tipo de trabajos sino también encontrar en ellos la motivación que antaño se les atribuía; ganar dinero extra y ganar experiencia en relación al trabajo a pesar de que aún no sea el momento de incorporarse al mercado laboral.
De lo que fue a lo que es
A lo largo de los años se ha defendido, y con razón y avalado por estudios, el hecho de que la responsabilidad que se generaba a partir del trabajo en verano o trabajos complementarios a los estudios, aumentaba proporcionalmente las probabilidades de éxito en los estudios secundarios y multiplicaba las posibilidades de acceso a estudios superiores, además de otras cuestiones beneficiosas como aumentar el nivel de cultura financiera y madurar los modelos de relaciones personales en mayor medida.
Aunque con menos tradición en nuestro país, en países como Estados Unidos durante las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo se considera que más de 2/3 de los jóvenes entre 16 y 19 años realizaba durante el verano algún tipo de trabajo remunerado. Las cifras de estos últimos años en este país son esclarecedoras; menos del 30% de los jóvenes en esa franja de edad realizan trabajos de verano, y concretamente, entre la franja de 16 y 17 años, el porcentaje ni siquiera alcanza el 20%.
Es decir, realmente estamos ante lo que se puede considerar una tendencia clara a la destrucción de este modelo de empleo temporal.
Tal vez pudiéramos pensar que no todos los perfiles dentro de esta edad responden de igual modo, cabría la opción de creer que tal vez en el ámbito de aquellas familias más castigadas por la crisis del desempleo es donde más se encuentra el perfil de joven que busca trabajo para apoyar a la economía doméstica; pero tampoco es así, no hay datos significativos que marcan una diferencia de actitud ante el empleo de verano en función del estatus social o económico en el que se mueva la persona.
Qué puede suponer esta desaparición
Buena parte de lo que pueden suponer este modelo desechado de trabajo temporal tiene que ver con lo que expusimos anteriormente de los beneficios que puede aportar.
Debemos tener en cuenta que estamos ante una edad en la que comienzan a tomarse las decisiones de futuro, es decir, en la que empiezan a elegirse cuestiones tan fundamentales para el futuro de la persona como, si se cursarán estudios superiores o no, si se decanta por una carrera profesional u otra, es decir, cuestiones que al final de terminar la vida de las personas.
Si entendemos que este tipo de responsabilidades laborales temporales ayudan a forjar el carácter, a entender mejor el mercado laboral, a entender mejor los diferentes segmentos profesionales, y, en definitiva, a enfrentarse de algún modo al mundo real del que la economía doméstica les protege, entendemos también que la ausencia de todos estos estímulos es una merma importante, ya que, no los van a obtener por ningún otro lado.
La experiencia de EEUU
Es interesante fijarse en la evolución del trabajo en verano en este país. Ya lo hemos dicho anteriormente en el artículo, y es así porque se ha convertido en una referencia para entender la caída en picado de lo que antaño era prácticamente una institución laboral tan importante como el trabajo estacional navideño por ejemplo.
Observando las cifras de empleo juvenil, entre los 16 y los 19 años, en este país en los últimos años, podemos comprobar que es un error asociar la caída de este modelo de trabajo temporal con la recesión; de hecho, la reducción de jóvenes que buscaban empleo veraniego ya comenzaba a darse desde los 90 del pasado siglo.
Sin embargo, hay una diferencia ostensible en relación al ámbito europeo, y es que en el caso de EEUU son los jóvenes procedentes de entornos con menos recursos los que menos eligen o menos acceso tienen a este tipo de empleos. La situación es preocupante por partida doble, ya que precisamente, la falta de recursos económicos convierte en muy importante la experiencia laboral cara al futuro, mientras que las clases pudientes pueden beneficiarse de actividades extracurriculares o pueden incorporar en el futuro prácticas no remuneradas o utilizar conexiones familiares, los adolescentes con pocos recursos difícilmente podrán utilizar estas claves para reconducir su futuro profesional.