A veces estar desempleado sirve como motor para llevar a cabo, sin excusas, un emprendimiento comercial personal.
En ese momento nace un emprendedor. Es decir, alguien que asume el riesgo de un proyecto propio porque cree firmemente en una idea innovadora o en un mercado favorable.
Aquí algunos puntos a tener en cuenta:
Tener un objetivo muy claro de lo que se espera del proyecto (ganar dinero, probar su viabilidad, ganar promoción en un area específica, revolucionar un paradigma establecido, crear una herramienta)
Definir si es un servicio o un producto. Muchas veces no es sencillo encasillarlo, pero es lo primero que preguntarán: “¿Qué es lo que sale de esa idea?”
Ponerse en el lugar del inversor y pensar qué es lo que le puede ser beneficioso a él (publicidad, prestigio, más dinero)
Conocido como análisis FODA
Fortalezas del emprendimiento: qué es lo creemos que es el fuerte del proyecto (originalidad, demanda, etc)
Oportunidades que tenemos a favor en este momento particular (los inversores, los clientes, el contexto sociocultural etc)
Debilidades, el talón de Aquíles del proyecto (que es un target muy restringido al que apunta, que es muy dificil encontrar al perfil de trabajador)
Amenazas que pueden hacer fallar la concreción (que resulte muy costoso, que no tenga aceptación en el mercado, que se lance un producto similar, que nadie necesite el servicio)
No enamorarse de la idea. Muchas veces en teoría los planes son excepcionales pero a la hora de la realidad puede necesitar cambios para ser un emprendimiento exitoso. No por eso debe ser frustrante. Una gran idea incluso es posible venderla o delegarla en otro momento. Esa debe ser la finalidad, pensada desde el principio.
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