¿Cuál será la siguiente burbuja en estallar?
Tras la inmobiliaria, la de preferentes y la de Gowex
Actualizado : 07:09
Burbuja inmobiliaria
De la burbuja inmobiliaria sabemos mucho, por lo que sólo puntualizaré un par de cosas. Primero, que el crédito fácil y la avaricia de mucha gente (político, empresas inmobiliarias, bancos, compradores de casas…) motivaron un ascenso vertiginoso del sector inmobiliario, así como de todos los sectores económicos con los que interactuaba (electrodomésticos, muebles, restauración, electricidad, gas, telecomunicaciones…). Y segundo, que el punto anterior derivó en el estallido de una burbuja que desembocó a su vez en una crisis que dura ya 6 años, tiempo en que la renta percápita de España ha bajado de los más de 34.000 dólares (2008) a los poco más de 29.000 dólares de 2013.
Sin embargo, no hemos de olvidar que nuestra renta ha pasado de los aproximadamente 500 dólares en 1960 hasta las cifras mencionadas, es decir, que hemos multiplicado por 58 nuestro poder adquisitivo desde entonces, pese a la crisis. ¿Y qué ha pasado mientras? Que países como EEUU, que tenían una renta percápita de unos 3.000 dólares en 1960, es decir, de 6 veces la nuestra, ahora es de 1,6 veces la española, mientras otros países como Venezuela, que en 1960 tenía una renta percápita de unos 1.000 dólares, es decir, el doble que la nuestra, ahora es de apenas 14.000 dólares, ni la mitad que la española. La renta percápita en el mundo ronda algo más de 10.000 dólares, según datos del Banco Mundial, lo que sirve para poner en contexto donde nos encontramos.
Preferentes de Bankia
Tipos de interés cercanos al 7% (muy por encima de mercado), rentabilidades aseguradas, liquidez inmediata, inversión garantizada... eran las acciones preferentes de Bankia. Utopía, ilusiones falsas, rentabilidades por encima de mercado, aprovechamiento de la buena fe de los clientes, mala gestión pública, despilfarro y corrupción oculta, promesas infundadas, todos mirando para otro lado… hasta que estalla, como toda burbuja.
Gowex
El precio de sus acciones llegó a multiplicarse por más de 25 veces antes de su derrumbe. Nuevamente intervinieron factores de engaño, artificios contables para engordar los resultados e incluso prensa e instituciones a su favor colocando a la empresa como ejemplo y recibiendo premios de reconocimiento. Sin advertencia de la CNMV ni de ningún otro organismo público supervisor en España, la carrera hacia el estrellato de la empresa y de sus accionistas estaba servida. Pero otra vez la utopía, la avaricia de sus responsables -en este caso privados-, y el humo vendido, se quedaron en eso, en humo. Y tras ese humo, una empresa extranjera especializada de análisis publicó la realidad de los números de Gowex, llevando a la ruina a sus inversores que, también desilusionados y desesperados, no fueron tantos como en el caso de Bankia.
¿Y qué provocó que explotaran?
Pues los demonizados mercados financieros, que por cierto somos muchos los que participamos directa o indirectamente en ellos (millones de personas que invertimos en bolsa, en fondos de inversión, planes de pensiones, letras del tesoro…). Los mercados sirven para valorar y juzgar la gestión privada y pública. Y aunque no son tan eficientes como algunas teorías apuntan, sí terminan siéndolo con el paso del tiempo, dando la razón a quien la merece y quitándosela a quien no la merece.
¿Qué se está cociendo?
Muy pocos ignoran que el fantasma de la recesión vuelve a sobrevolar Europa y que, de confirmarse, sería la tercera desde 2008. Aunque creo que es posible evitarla atendiendo a los últimos datos publicados en Alemania de PMI (51.4, cifra que al situarse por encima de 50 significa que el sector industrial se expande y que muy posiblemente el PIB crezca durante los siguientes 6 meses) y de exportaciones e importaciones (que aumentaron a ritmos de más del 5% en el último mes respectivamente, batiendo records históricos las exportaciones y estando a punto de hacerlo las importaciones, de lo que se desprende que la debilidad del euro ha impulsado más si cabe el carácter exportador alemán, pero no ha lastrado su poder de compra en el extranjero, lo que demuestra que la demanda interna sigue muy sólida).
Además, los resultados de las cotizadas en la zona euro en su conjunto están aumentando más de un 7% (España más de un 11%) confirmando lo que ya venían adelantando meses atrás los datos positivos de PMI´s, asentándose un panorama más alentador gracias a las reformas, al BCE y a la mayor solvencia exigida a los bancos.
Sin embargo, hay algunos países que están mostrando fragilidad económica y política. Italia y Francia, por ejemplo, no están siendo todo lo rigurosos y contundentes que deberían en cumplir los pactos de estabilidad que todos los países del euro acordamos en su día, lo que se traduce en un crecimiento débil y en que existe poco margen de maniobra para responder ante una eventual crisis. El déficit público sigue por encima del 3% en muchos países y los niveles de endeudamiento muy por encima del 60% del PIB señalado en el pacto de estabilidad presupuestario como tope.
Desgaste político y auge de los populismos
Pero aquí no acaba la cosa, el desgaste político sufrido por países inmersos en procesos de rescate de distinta índole, como Irlanda, Portugal, Grecia o España, y otros que han de acometer más reformas, no termina de verse compensado por el BCE o la depreciación del euro y la caída del petróleo, sino que se ha agravado en los últimos meses como consecuencia de los esfuerzos exigidos a sus ciudadanos (mayores impuestos para recaudar más y equilibrar las cuentas públicas).
Mientras que los políticos apenas han realizado sus propios ajustes, sino que más bien han seguido despilfarrando, aumentando el gasto público sobre el PIB y, lo que es más grave, se han corrompido hasta niveles alarmantes, lo que ha servido de caldo de cultivo para que emerjan partidos políticos con sesgo populista cuyo discurso contiene mucho de utopía, falsas esperanzas y ganancias económicas infundadas, atajos para salir de la crisis aprovechándose de la buena fe de un ciudadano harto de no progresar en años mientras sus representantes les roban.
A esto hay que sumar que en su discurso fomentan la división de clases -como si la economía fuera un juego de suma cero en el que la existencia de ricos se explicara por la existencia de pobres, lo que es rotundamente falso, ya que la economía mixta de mercado ha permitido que muchos pobres dejen de serlo, que las clases medias se multipliquen y que también haya más ricos-, al tiempo que desprecian todas las opciones políticas anteriores, hasta el punto de querer erradicarlas en el momento de llegar al poder cambiando la constitución y las leyes que sean necesarias para conseguirlo, utilizando en su mensaje reiteradamente “vamos a echarles”, como si su único fin fuera conquistar la democracia para echar al resto de ideologías para que impere sólo el populismo.
Algo huele mal, como en las burbujas.
Burbuja populista
Y así nos encontramos en la típica fase alcista de una burbuja, en la que estos partidos populistas han germinado en algunos países de Europa, como Francia, Holanda, Grecia o España. Como suele suceder, todos los que no participan de las burbujas a la larga salen ganando, ¿por qué?
Pues porque su aparición está sirviendo para acercar los políticos a los ciudadanos, para concienciarnos de que la corrupción no sólo sirve para que los Morancos hagan parodias con ella, sino para condenarla, para hacernos cambiar de mentalidad y que ello desemboque en una limpia del sistema. Los que perderán serán los que queden desilusionados cuando no prosperen las falsas ilusiones creadas.
Pero esta burbuja es diferente a otras en algún aspecto, ya que los sistemas que presentan los populismos como modelo no se adornan ni se exageran como en las burbujas comunes, sino que curiosamente son totalmente conocidos por cualquier persona y considerablemente peores que nuestro sistema actual.
Aún sigo preguntándome cómo es que a la corrupción política, a la mala gestión pública del sistema financiero y a la crisis se les debería combatir multiplicando el número de políticos, con la nacionalización de la banca, de los medios y de otros sectores, así como con la fuga de capital financiero nacional e internacional y también con la estampida del capital humano más valioso (acelerando la igualdad en el país, pero por abajo claro). Pero es que suena tan mal que los que apoyan al populismo no lo creen y prefieren seguir creyendo en su burbuja (en la que el Estado se apropia de lo de los demás -patrimonio ganado supuestamente de manera ilícita- y a mí me reparte algo, a cambio de ser súbdito y de no llevar la contraria jamás).
¿Y cuándo va a estallar?
Pues eso es lo más difícil de prever en las burbujas, pero al final estallan. La chispa puede producirla un cambio regenerativo en las instituciones, véase la Casa Real o el propio PSOE, o una bajada de impuestos -tal y como está previsto para comienzos del próximo año- que proporcione un respiro al ciudadano y le haga partícipe de la recuperación económica, haciendo que ésta se retroalimente con bajadas futuras adicionales de impuestos, partidos nuevos reformistas -no antisistema- que despierten la ilusión de la población y que compitan con los clásicos, penas ejemplares contra los corruptos, recuperar el dinero robado, que la gestión pública sea más transparente y eficiente… Pero al final, los que de verdad encenderán esa chispa serán el sector privado y los mercados -empresas, trabajadores e inversores-, ya que su futuro no lo dejan en manos de papá Estado ni en un líder “misericordioso” que ama tanto a los pobres que los multiplica. Así es como la burbuja del populismo termina estallando.
¿O es que nuestra liga de fútbol no empeoraría si hiciéramos los clubes públicos, expropiáramos sus campos de fútbol, sus tiendas… aumentaran más aún sus deudas hasta hacerlas tan insostenibles que tuvieran que subirnos drásticamente los abonos e impuestos, se encorsetaran los salarios a los futbolistas, nos saliéramos de la Champions y nacionalizáramos el Marca o Canal+ dificultando seguir nuestra liga (y la Champions y otras) sin enterarnos de cómo va, ni de cómo se gestiona o de si existe corrupción?
Por suerte, hoy la información abunda y somos capaces de deducir cómo terminaría una liga, un sistema económico o unos mercados con cimientos populistas, cimientos que sólo traen muros de Berlín, justo ahora que celebramos 25 años de su caída.