0 de 8: breve historia de trading y baloncesto
¿Ha puesto su mente en orden? Si no lo hizo, ¡hágalo!
De pequeño quise ser jugador de baloncesto, pero un día supe que no lo lograría. Corría el año 1994, apenas tenía 16 años y disputábamos un partido a priori sencillo frente a Eurocolegio CASVI. Yo jugaba en las filas del Club San Viator, una clásico dentro de los equipos madrileños donde se han forjado leyendas como Corbalán o el Campeón del Mundo Carlos Jiménez, con quien me modelaba al tener apenas 2 años más que un servidor. El partido fue disputado y ajustado en el marcador. Cuando juegas este tipo de encuentros sabes de la importancia de los tiros libres, y este día resultaron cruciales para la victoria del equipo de rival.
Gracias a mi corpulencia no me costaba sacar ventajas en la zona, y aquel domingo se tradujeron en continuas faltas personales. Nada atípico en un partido ajustado, pero lo que sí resultó nuevo para mi, fue la sensación de vértigo ante la línea de 4,60m. Recuerdo ese partido como ningún otro en mi corta carrera. Tuve la oportunidad de ir 8 veces a la línea de tiros libres y no fui capaz de acertar ningún lanzamiento.
Los 2 primeros fueron una situación anómala, siendo un pívot que habitualmente tiraba bien los tiros libres, el tercer y cuatro lanzamiento los fallé con desconcierto, pero fue a partir del quinto lanzamiento donde descubrí la parálisis, el estupor, el miedo, el fracaso y el inmenso ridículo. Fueron 0 de 8 lanzamientos de tiro libre en la segunda parte del encuentro. Nunca en mi vida he estado tan avergonzado y hundido como segundos antes de lanzar el octavo y último lanzamiento, quería huir, salir de ese pabellón, sentía como cuchillos las miradas de mis compañeros y público, y a la vez una sensación de soledad aplastante, deseé no haber jugado nunca al baloncesto. Ese día supe que jamás llegaría a jugar a nivel profesional al baloncesto.
La pesadilla pasó, nunca la he contado a nadie y hoy sois testigos de ella, pero lo que desconocía era que el destino me tenía preparado un similar lance en el 2010, esta vez como operador en los mercados. Fallar un tiro libre es algo muy similar a errar una operación de trading. Mi socio Lorenzo dice que el trading es lo más parecido a ser un atleta profesional por la gestión mental y en la continua búsqueda por mejorar. Estás solo delante de la pantalla, nadie te inoportuna, eres tu y tu mente los que decidirán qué hacer, y con experiencia resulta relativamente sencillo ejecutar ambas acciones, el trade y el tiro libre. Ahora bien, ¿cómo enfrentarse a la pérdida o al fallo?, ¿cómo entrenar a la mente para que se centre en los aspectos fundamentales del juego o el mercado? Como ahora sé, tras 8 tiros libre errados y 30.000€ dilapidados de mi primera cuenta de trading, el 99% de todos los éxitos se consiguen de esa forma, evitar interferencias, centrarse en lo importante, quitar el ruido y ser fiel a una técnica y un entrenamiento.
Mi ex–socio Aitor Zárate me enseño a no dejarme influir por la pérdida. Ambos tiramos bien a canasta (el es ex–ACB e internacional) y durante los años en lo que impartíamos cursos, invitábamos a los alumnos a predecir cuantos tiros libres anotábamos de 100 lanzamientos. Gracias a Aitor apenas fallaba, y eso que nos jugábamos un afeitado de cabeza si encestábamos menos de 90 lanzamientos. Hoy no soy mejor lanzador que aquella mañana de domingo, simplemente he puesto mi mente en orden, en sintonía con la actividad que desempeño, ya sea ganar dinero en los mercados o tirar a canasta, desapegándome del resultado y focalizándome en aquello que puedo controlar, mi mente y aplicar la técnica correcta.
Por cierto, ¿ha puesto su mente en orden? Si no lo hizo, ¡hágalo! Puede cambiar su suerte…
P.D. Si algún lector se pregunta por qué quise ser jugador de baloncesto, sólo tiene que mirar este vídeo, y saber que fui uno de los 12.000 espectadores que vitoreo su nombre aquella noche. Tenía 11 años, pero hoy muchos años después todavía me emociono al verlo. ¡Eterno Petrovic! Artículo dedicado a mis compañeros de Sanvi, que me sufrieron en tantas malas tardes…