- El banquero central debe prestar especial atención a los datos de las economías de la región
- El problema no lo tienen sólo los periféricos
Que a Mario Draghi no le gustan los primeros jueves de cada mes es algo que no sorprende a nadie. El próximo 4 de septiembre el presidente del Banco Central Europeo (BCE) volverá a ser el absoluto protagonista del mercado.
Tras su discurso el pasado viernes en Jackson Hole, a Mario, el superhéroe del mercado, se le acumula el trabajo. La mayoría de analistas interpretaron de sus palabras que está listo para poner en marcha más medidas no convencionales y/o una bajada todavía más pronunciada de los tipos de interés con su ya famosa frase “whatever it takes”.
Y los datos sugieren que cuenta con “justificaciones suficientes” para actuar tan pronto como el jueves próximo. A la locomotora europea, Alemania, no le está yendo especialmente bien en el segundo trimestre (el PIB final se publicará a comienzos de la próxima semana), ya que la economía se contrajo un 0,2%. Por su parte, la economía francesa se encuentra estancada y con un Gobierno recién estrenado. El ministro de Finanzas, Michel Sapin, ha reconocido incluso que los pronósticos del Ejecutivo de Hollande de crecer un 1,0 % en 2014 es algo imposible de cumplir.
El problema ya no está sólo periféricos, que tampoco ayudan. Italia se encuentra, una vez más, en recesión. El PIB transalpino ha caído un 0,2% en el segundo trimestre, mientras que en el primero el descenso fue hasta el 0,1%.
Una realidad de la que Stephen Pope, gestor asociado a Saxo Bank, sostiene: “La conclusión obvia es que el crecimiento económico regional será más débil en el 2014 de lo que se esperaba en términos generales. Esto implica que el BCE no ajustará al alza sus tipos de interés en el corto plazo y que la prima con la que cotiza el Euro comenzará a evaporarse”.
Así, este analista de mercados revisa uno a uno los tres grandes frentes a los que Mario Draghi debe prestar atención:
1. Italia: una preocupación clave. Con una inflación en caída libre y una contracción, el país transalpino se encuentra inmerso en una profunda crisis. Había esperanzas de que el primer ministro, Matteo Renzi, infundiera a Italia un fervor reformista. Sin embargo, cuando la creación de empleo está por reemplazarse con destrucción de empleo, las ganas de introducir reformas se esfuman rápidamente.
Esta es la raíz del problema de Italia: carga con el peso de una abultada deuda soberana. Si el crecimiento no mejora pronto, no tendremos que esperar mucho para escuchar a un inversor sensato y racional preguntar cómo hará Italia para pagar su deuda. Para estabilizar la deuda, el país tendrá que tener un superávit primario muy fuerte, lo que es muy poco probable.
2. Francia es una pesadilla. El país vecino no sólo tiene que admitir que sus proyecciones de crecimiento son demasiado ambiciosas, sino que también debe confesar que no cumplirá con su objetivo de reducir el déficit público, como acordó con la Comisión Europea. A pesar de que el presidente Hollande ha insistido con que Francia alcanzaría sus objetivos, la sorpresa es que el déficit presupuestario será mayor al 4% del PIB, superando el objetivo medio del 3,8%.
3. Y no se dejen engañar por los aparentes aspectos positivos de España. La economía española ha vivido una subida repentina en las exportaciones. Sin embargo, España opera en el extremo inferior de la cadena de valor como muestran el envío de componentes de coches Alemania. De hecho, no acumula mucho efectivo con valor agregado. La increíble burocracia no incentiva nuevos negocios y no es sorprendente ver que el desempleo a nivel nacional se encuentra en el 24,74% en el segundo trimestre de 2014, con una tasa de paro juvenil del 53,50% en junio.
Ante este panorama, a Draghi, sin duda, le espera un duro trabajo.
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