- Esta tendencia se produce sólo desde el mínimo de 2014, pero no si se realiza la comparativa desde 2008
- Las estadísticas muestran que el crecimiento económico sigue basado en una devaluación interna que incrementa la competitividad
“Las rentas salariales han subido más en la recuperación que los beneficios empresariales”, aseguró este miércoles Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, en el Congreso. Una afirmación que se sostiene sólo siendo seleccionando los datos a medida y que se produjo a la vez que Funcas publicó un estudio que mostró una caída en términos reales de los salarios asociados a los nuevos contratos.
“En España se está produciendo una recuperación social con empleo, gracias por ejemplo a la reforma laboral”, aseveró la ministra. Lo cierto es que entre el primer trimestre de 2014 y el segundo trimestre de 2017 se han creado casi 1,9 millones de empleos, alcanzando los 18,8 millones. Y la tasa de paro se ha reducido en el mismo periodo desde el 25,93% hasta el 17,22%.
En este intervalo, según el cálculo del Producto Interior Bruto (PIB) por la vía de las rentas generadas en la economía, la remuneración de los asalariados aumentó en un 18,7% hasta los 137.860 millones de euros entre abril y junio, mientras que el excedente bruto de explotación (EBE) se elevó en un 22,7% hasta los 123.378 millones de euros. En el primer caso, la cifra recoge principalmente los salarios, y en el segundo los beneficios empresariales, aunque también tiene en cuenta otras rentas.
Por su parte, desde el cuarto trimestre de 2008, los salarios han crecido un 1%, frente al 6,8% de aumento de los beneficios empresariales. La afirmación de Báñez sólo se sostiene estrujando los datos y eligiendo previamente el periodo de la comparativa. Por ejemplo, desde el cuarto trimestre de 2014 la remuneración de los asalariados aumenta un 6,6% y el excedente bruto de explotación un 0,7%.
MENOR PODER ADQUISITIVO
Este miércoles, Funcas publicó un informe que incide en cómo los salarios se quedan atrás en la recuperación. En concreto, los contratos firmados en 2015 tenían salarios asociados un 12% inferiores en términos reales -teniendo en cuenta la inflación- a los de 2008. Su autor, Daniel Fernández Kranz, del IE Business School, señala que si se tienen en cuenta únicamente a los menores de 26 años, la comparación arroja una caída del 14%.
“Esta menor remuneración no tiene que ver ni con la temporalidad (también existía antes de la crisis), ni con un supuesto sesgo hacia sectores de baja productividad. Las menores ganancias reflejan las nuevas condiciones del mercado de trabajo, que retribuye peor que antes el mismo tipo de empleo”, sostiene el autor. En su opinión, la moderación salarial se debe a la reforma laboral aprobada en 2012, bajo la entonces mayoría absoluta del Gobierno de Mariano Rajoy, ya con Báñez en el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
La estimación coincide en otra que realizó el Banco de España. No obstante, el organismo comparó los contratos previos a la crisis con los firmados durante la última década, en vez de realizar una fotografía estática de dos años concretos. El cálculo del supervisor que gobierna Luis María Linde concluyó que los salarios de los contratos firmados en los últimos años son un 24% menores a los de la etapa de crecimiento y burbuja inmobiliaria.
El Banco Central Europeo (BCE) también señaló a la reforma laboral. No sólo a la de España, sino como un diagnóstico generalizado de por qué los salarios no están subiendo en Europa al mismo ritmo que se acelera el crecimiento. Esto es, la autoridad monetaria presidida por Mario Draghi ha impulsado la actividad económica con sus estímulos. Su objetivo es que este mayor dinamismo generara presiones inflacionistas -por aumento de los salarios y de los precios finales al haber más demanda-, pero no ha sido así. O, al menos, no hasta llevar la inflación cerca pero por debajo del 2% como persigue en el medio plazo.
A lo anterior, el BCE subraya la persistencia de altos niveles de desempleo que dejan margen para una creación de más puestos de trabajo sin que se eleven los sueldos -diferencia entre la tasa de paro y la Nairu (tasa de paro no aceleradora de inflación- y crecimientos raquíticos de la productividad a lo largo de la Zona Euro. Mientras, los economistas del banco central siguen desempolvando los manuales de economía para encontrar una solución al estancamiento de los salarios, que tanto se evidencia en España.
De hecho, los datos de contabilidad nacional del segundo trimestre hicieron hincapié en la devaluación interna que impulsó la recuperación de la economía española y que aún prosigue, y que permite marcar nuevos récord a las exportaciones, que entre abril y junio superaron los 100.000 millones de euros por primera vez en un trimestre. Entre el segundo trimestre de 2016 y el mismo periodo de 2017, el PIB se incrementó un 3,1% en términos reales y un 3,4% si no se descuenta la inflación. Esto implica un deflactor implícito de la economía -variación de precios de lo producido- del 0,3%. En estos 12 meses, el coste laboral unitario -remuneración frente a la productividad- bajó un 0,1%.
Estos datos sostienen las peticiones cada vez más beligerantes de los agentes sociales para una subida salarial que permita a los trabajadores recuperar el poder adquisitivo perdido. La propia Báñez se mostró partidaria de alzas salariales y pidió un esfuerzo a las empresas, mientras que el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, que tiene que negociar con los representantes de los empleados públicos, también se ha pronunciado a favor. Algo a lo que no se suma el ministro de Economía, Luis de Guindos. No en vano, el crecimiento del que puede presumir su Ministerio se basa en gran medida en las ganancias de competitividad que permite la congelación salarial.