Análisis Técnico
BBVA RESEARCH. Después de cinco años de crisis económica, la sociedad española todavía se pregunta cuándo tocará a su fin la contracción de la actividad económica y la destrucción del empleo. Cuándo se empezarán a ver los primeros síntomas de recuperación y sobre qué bases se producirá la salida de la crisis. Durante todos estos años se han analizado hasta la saciedad las debilidades de nuestra economía, pero se ha dicho poco de cuáles son sus fortalezas y de cómo pueden ser aprovechadas para construir un futuro mucho más próspero que el presente.

Desde antes de la crisis, pero sobre todo gracias a ella, se ha puesto de manifiesto la enorme heterogeneidad existente en casi todos los ámbitos de la economía española. Esta heterogeneidad es tan grande que prácticamente para cada unos de los ejemplos de debilidad relativa de nuestra economía podemos encontrar en el otro extremo un ejemplo de fortaleza. Como el yin y el yang. Ello se debe a que España es un magnífico ejemplo de una economía tremendamente dual. Estas dualidades afectan al mercado de trabajo, de bienes y servicios, a los sectores, a las empresas, a su internacionalización, a las regiones y su situación económica, al sector privado, al público, y así prácticamente a cada una de las dimensiones de la economía española. Es cierto que hay partes de nuestra economía que son excesivamente rígidas, ineficientes y poco competitivas, con regulaciones inadecuadas, y cargas administrativas demasiado elevadas. Pero no es menos cierto que la economía española cuenta también con muchas ventajas comparativas, que bien aprovechadas, deben ser las palancas sobre las que basar el crecimiento en el futuro. Basta ver algunos ejemplos de ello.

Por un lado, España ocupa posiciones francamente mejorables en las clasificaciones del Doing Business del Banco Mundial, o del Global Competitiveness Report del World Economic Forum. Pero por otro, las mejoras en las regulaciones de los mercados de productos, servicios, capital y trabajo están siendo sustantivas. Así lo refleja la evolución de los índices de regulación de mercados de productos y de barreras a la inversión extranjera directa que publica la OCDE. Aunque todavía necesita mejorar en la reducción de la dualidad entre contratos indefinidos y temporales, para que éstos tengan un carácter casi residual en nuestro sistema productivo, la propia reforma del mercado de trabajo realizada en 2012 ha reducido bastantes de las distorsiones en el mercado de trabajo.

En relación a otras economías avanzadas España muestra una menor productividad media del trabajo. Ello en parte se debe al mayor porcentaje sobre el empleo de las PYMES, que necesitan concentrase y ganar tamaño para hacerse más productivas. Pero al mismo tiempo cuenta con un importante número de empresas de más de 250 trabajadores que han sabido mantener o incluso incrementar sus cuotas mundiales de exportación. Empresas que son tan productivas como sus equivalentes en Estados Unidos, Alemania, Francia o Reino Unido. Que son intensivas en capital humano y tecnológico, y que dan empleo con una tasa de temporalidad más reducida que el resto de la economía (9,3 por ciento frente al 23,3%). El resultado es un sector exportador que sobresale claramente por encima de la media mundial, con una amplia diversificación geográfica, hacia mercados emergentes de rápido crecimiento, y productiva, hacia bienes y servicios con una mayor complejidad y capacidad de extender la exportación a otro tipo productos

Esta dualidad entre empresas se manifiesta en prácticamente todos los sectores, incluso en aquéllos que están llevando a cabo una profunda reestructuración, como es el caso del sector bancario. Las recientes pruebas de esfuerzo bajo supervisión de la “troika” han puesto de manifiesto que, frente los 59 mil millones de necesidades de capital de una parte del sector, algo más de dos terceras partes de los activos totales del sistema se concentran en entidades solventes, entre las que se encuentran algunas de ellas con una diversificación internacional muy elevada y con mejores niveles de eficiencia que sus competidores mundiales.

Aunque el capital humano medio de la población española en edad de trabajar es inferior al de las principales economías avanzadas (9,4 años de formación reglada frente a 11,8), algo más de 6 millones y medio de adultos mayores de 25 años tienen algún tipo de enseñanza universitaria. Algo parecido ocurre con las actividades de I+D+i. España apenas dedica 1,39% de su PIB a estas actividades frente al 2,01% de media en la Unión Europea, pero el esfuerzo del sector público y el de las empresas de mayor tamaño es comparable al de otros países, sobre todo cuando se añade la innovación en procesos y productos. El problema de nuevo es que el porcentaje de empresas pequeñas, que no innovan, es superior al de otras economías avanzadas.

En cuanto al funcionamiento de las administraciones públicas, la dualidad existente se manifiesta en ámbitos en los que la racionalización y mejora de eficiencia en la prestación de servicios públicos, o la lucha contra la evasión fiscal son absolutamente indispensables, frente a otros en los que su calidad está a la altura de países con mayor renta per cápita (como en el caso de la sanidad o infraestructuras) o en los que los avances en las reglas fiscales garantizan la estabilidad presupuestaria a medio y largo plazo. España ha sido uno de los primeros países en adoptar una reforma constitucional y una Ley de Estabilidad Presupuestaria con objetivos totalmente alineados con los del Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza, lo que nos sitúa entre los países mejor clasificados en el Índice de Reglas Fiscales que elabora la Comisión Europea. La próxima creación de una Autoridad Fiscal Independiente, sobre todo si rindiera cuentas a las Cortes Generales, debería servir para reforzar aun más la estabilidad presupuestaria y aumentar eficiencia de las políticas públicas mediante una evaluación rigurosa de la sostenibilidad a medio y largo plazo de las cuentas de las administraciones públicas.

La dualidad también se manifiesta en el crecimiento económico antes y después de la crisis. Aquellos sectores (construcción, financiero y público) que más crecieron en la expansión son ahora los que más contribuyen a prolongar la recesión. El resto de sectores, que representan un 68 por ciento del PIB, han estado creciendo en 2010 y la primera mitad de 2011 por encima del 2%, a tasas similares a las observadas de 2000 a 2007. En la medida que su crecimiento es muy sensible a las tensiones financieras y a las condiciones de financiación internacional de la economía española, todo hace pensar que una normalización de las mismas daría lugar a una rápida convergencia a tasas de crecimiento cercanas al 2%.

En definitiva, la economía española tiene masa crítica suficiente en muchos ámbitos como para crecer, crear empleo y competir internacionalmente. Además de los avances necesarios y urgentes que deben producirse en la Zona Euro para mejorar las condiciones de financiación a las que se enfrenta España, la recuperación llegará antes cuanto más rápida, flexible y eficaz sea la reasignación de los factores productivos hacia aquellos sectores y empresas con mayor potencial de crecimiento y capacidad de competir internacionalmente. Y el camino para ello es la reestructuración de los sectores que lo necesitan, la mejora de capital humano y de las instituciones económicas, y las reformas estructurales. Eliminando barreras al crecimiento, reduciendo muchas de las dualidades existentes e incorporando una mayor parte de la economía española al comercio internacional, particularmente en aquellos segmentos de mayor valor añadido. Con los incentivos apropiados y las políticas sociales adecuadas para que los beneficios lleguen a toda la sociedad, la economía global es la oportunidad para salir cuanto antes de la crisis y para sentar las bases de un crecimiento a largo plazo más equilibrado y sólido.

Rafael Doménech. Economista Jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research.
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